domingo, 30 de septiembre de 2012

Montaña Fría

Trepando a Montaña Fría, sendero arriba; el sendero a Montaña Fría sube y sube: un largo desfiladero lleno de rocas de un alud, el ancho torrente y la hierba empañada de neblina. El musgo es resbaladizo, aunque no ha estado lloviendo, el pino canta, pero no hace viento, ¿quién es capaz de romper las ataduras del mundo y sentarse conmigo entre blancas nubes?
Han Shan

Nota 1: versión aparecida en Los Vagabundos del Dharma, de Jack Kerouac.
Nota 2: título propio.

sábado, 29 de septiembre de 2012

No más café

Algún día decidiré
que ya hubo
bastante sangre
fuerza
derrota.
Algún día decidiré que
no valió la pena y
mi deuda con el hambre
estará pagada.

Estar cansado
será suficiente
para sentarse.

Entenderé
que no hace falta sufrir
mientras tenga el silencio.
Reprocharé todo lo
que hice para
nada como ahora para
terminar
con más recuerdo que victoria
y tener
noches siempre
más blancas,
blancas
y blanco amanecer
voraz de aliento.

Tendré bastante lucha, viaje y cielo
para siempre. Será momento
de pasear
comer, callar. Sabré que es
hora de borrar esos dragones
de un horizonte en el que
nunca
vivieron
porque no es bello.
Podré tirar la espada
que siempre cortó más mis manos
que enemigos. Nada

me molestará.
Seré
lo que queda entre los momentos que importan.
Quiero llegar a casa
colgar el abrigo y
decir
pesa tanto.
Hoy he caminado demasiado.
No más café. No más ganas.
Necesito
quitarme los zapatos.
Están
llenos de barro y huelen a huellas.
No me veo las manos,
¿dónde está el jabón?
Mi cara
es otra y vive lejos voy
a sentarme y descansar.

Algún día
tendré bastante y podré
dormir
sonreír
olvidar.

Nicolás Savage

viernes, 28 de septiembre de 2012

(Escribo)

Escribo
por no pegarme un tiro en la boca.

Y hasta escribir
se ha vuelto a veces
como un tiro en la boca.
Antonio Orihuela

jueves, 27 de septiembre de 2012

sucio rastro


Te fuiste tan despacio como crecen las flores en los ojos de los muertos.

Usurpó tu lugar un silencio muy fuerte,
y después un ruido muy fuerte como de silencios y
tambores en silencio y ciudades en silencio.

Llegaron como llegan
temibles dementores como temibles lenguas blancas y asquerosas.
Noches largas como largas noches cuidando al hijo tonto del polvo maravilloso.

Vinieron días cerrados como persianas cerradas.
Días rezando para que Dios no se tumbara en mi cama, por favor, ni me besara los labios.

Tragué lágrimas con el asco con el que se traga el semen de un desconocido

y todavía
con esa lengua
lamo incansable

los restos

de baba

que dejaste.
Inés de la Higuera

miércoles, 26 de septiembre de 2012

(Declamo el fracaso estrepitoso)

Declamo el fracaso estrepitoso,
el desgarro de hallar alguna esperanza
aún prendida, la inocencia que vuelve
como la prehistoria y sus meteoros.
Aquí un poema sin colores,
con la catástrofe y la riqueza.
Aquí los degenerados límites
del petirrojo, de la abubilla, las aniquiladoras
nubes de estorninos. Aquí vengan
chamán o hechicero, cantamañanas o frailes
vengan, a rozar la ebriedad de Rilke, Cohen o Dickinson.
Declamo el fracaso
de las cosas que se rompen con ruido brillante,
la vida moral y sus sucias manos enguantadas,
el túnel donde entran los valientes.
Declamo
la posibilidad que por mínima se hace infinita,
la luciérnaga que no paró de volar y se hizo estrella.
Declamo el ridículo de la ruina,
la soberbia de las reliquias,
el ancho trazo de la originalidad y su sarcasmo,
la parsimonia que te compra al mirar atrás y clamo.
Clamo al vencido porque solo él sabe como volver a levantarse.

Nares Montero

martes, 25 de septiembre de 2012

La rosa enferma


Oh, Rosa, estás enferma.
El gusano invisible,
Que vuela en la noche,
En la tormenta aullante:

Ha hallado tu lecho
De alegría carmesí:
Y su oscuro y secreto amor
Destruye tu vida.

Nota: traducción libre y propia.
William Blake


O Rose thou art sick.
The invisible worm,
That flies in the night
In the howling storm:

Has found out thy bed
Of crimson joy:
And his dark secret love
Does thy life destroy.
William Blake

lunes, 24 de septiembre de 2012

Espinas de muerte y vida

No quiero imaginar a mi estirpe acunada sobre nidos de espinas,
ni creer que la luz de la luna fluye hacia ninguna parte
alumbrando los despojos de rostros frenéticos,
modelando el sonido de los cuerpos al caer.
No quiero pensar que estamos latiendo hacia un futuro de fuego,
de lunas y peces que inflaman los gritos de sangre,
de lluvia que baja y en lugar de lavar mancha,
de gemidos de ausencia y de perros cargados de cólera.
No quiero pensarlo, pero lo pienso; ni creerlo, pero lo creo,
y doy tumbos noche abajo y mundo arriba
flotando de conciencia a conciencia
y viendo horrorizado el leitmotiv de nuestra especie:
siempre triunfa la inmundicia, inmundicia que rellena los cráneos sin escrúpulos.

Están muertos.

Las cuencas vacías al horror, la sonrisa sádica sin labios
y los dientes nauseabundos tallados en oro macizo.
Su marcha silenciosa siempre ha dominado nuestro mundo.
Por eso, solo nos queda una cosa:
escupir un alarido capaz de acuchillar el mismo cielo,
y gritar, gritar hasta la extenuación;
que tu grito sea tu estoque,
y tu estoque atraviese el mundo.
Ya lo dijo el Poeta: hemos de estampar nuestros sesos en el muro,
porque no hay un dios al que tener despierto
ni habrá un alba como no la prendamos nosotros
con las mismas manos rudas de hace cientos de miles de años.

Y tienen miedo.

Miedo de la mayor bendición del ser humano, que es la rebeldía.
Miedo de verse en el suelo rodeados de ojos furibundos.
Miedo de hallar su cabeza en lo alto de una pica.
Junto a ellos, crujen astillados los viejos goznes del mundo
mientras resuena desgarrado el llanto del chacal,
gemido inconsolable que parece salir de las mismas entrañas de la tierra.
Gime, llantito de perro apaleado,
pues tu estirpe también saboreará las espinas.
Abro los dientes y callo, cierro los ojos y muero,
porque el llanto incombustible inunda mis oídos
y es mucho más terrible que la imagen que flotaba.
Calla, llanto maldito,
no destroces mis sueños de espinas doradas,
no me reveles el futuro,
porque es la verdad y es peor que la verdad:
puede que no haya ni espinas para mi linaje.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Retrato de una dama

Tus muslos son manzanos
cuyas flores tocan el cielo.
¿Qué cielo? El cielo
donde Watteau colgó la sandalia
de una dama. Tus rodillas
son una brisa del sur —o
una ráfaga de ventisca. ¡Agh! ¿Qué
clase de hombre era Fragonard?
—Como si eso respondiese
algo.— Ah, sí. Bajo
las rodillas, como la canción
desciende por ahí, hace
uno de esos blancos días de verano,
la hierba alta de tus tobillos
se mece sobre la playa —
¿Qué playa?—
Agh, pétalos, quizá. ¿Cómo
podría saberlo?
¿Qué playa? ¿Qué playa?
—los pétalos de algún manzano
oculto— ¿Qué playa?
He dicho pétalos de un manzano.

Nota: traducción propia y libre.
William Carlos Williams

Your thighs are appletrees
whose blossoms touch the sky.
Which sky? The sky
where Watteau hung a lady's
slipper. Your knees
are a southern breeze—or
a gust of snow. Agh! what
sort of man was Fragonard?
—As if that answered
anything.—Ah, yes. Below
the knees, since the tune
drops that way, it is
one of those white summer days,
the tall grass of your ankles
flickers upon the shore—
Which shore?—
the sand clings to my lips—
Which shore?
Agh, petals maybe. How
should I know?
Which shore? Which shore?
—the petals from some hidden
appletree—Which shore?
I said petals from an appletree.
William Carlos Williams


sábado, 22 de septiembre de 2012

Así la mañana

Así la mañana transcurre con su viento
     de guayaba
ya se anuncia el color de los altares
el aire trae consigo un soplo de recuerdos
y se impregna un puñado de café
     que despierta la mañana
resucita el día en la neblina
amanece el día con luces nuevas
que despiertan la memoria
como la revelación al sueño
así transcurre la mañana con su viento
     de guayaba.

Ana Francina Barrios

viernes, 21 de septiembre de 2012

Los muertos no sienten nada,

(¿tu madre estaría orgullosa?)
No hago nada por los muertos
los muertos no sienten nada,
YO NO AMO A NINGÚN MUERTO.
los muertos, no significan nada,
todo lo que hago es por mi,
encender la estufa
para mi felicidad
por mi bienestar y comodidad,

pq soy el único que cuida de mi,
el que se abraza por las noches,
pq soy mi red, soy el HUÉRFANO
y el héroe,
yo soy mi padre,
mi madre y mis hermanos
yo soy mi amor y mis hijos,
soy todos mis amigos, mis caricias,
al menos cuando escribo.
Soy todo mi camino, al menos cuando aspiro,
yo decido mi destino siempre que me miro.

Tu cuerpo inerte y el recuerdo lúcido
descansa en mi cerebro
y lo despierta,
no en los cementerios.
Las tumbas representan el pasado
tu voz está en cada latido,
no soy nadie muerto o dormido,
me da igual lo que sientan los muertos en sus cajas
qué importan sus huesos enterrados,
solo importan los recuerdos, las cicatrices
las huellas de los dedos
las lineas de las manos,
y ver tu mirada en los espejos...
solo amo lo que aprendo y lo que encuentro
solo quiero lo que aprendo, de tu recuerdo.
Me dan igual tus ataúdes. no me reptan tus gusanos
aléjate podredumbre, no quiero material cadavérico...
ni tus muertes putrefactas, reincidentes,
antes de cada comida.
Solo habitas mi hipocampo, ningún cielo, ni tierra te contiene.
ningún insecto te devora, ninguna caja, te contiene.

Solo importa el levantarse cada día
hacerse la cama y la sonrisa,
y que nunca duela menos,

no hago nada por los muertos
los muertos no sienten nada,
no vivo para los muertos,
los muertos no significan,
nada
JLPMontoya

jueves, 20 de septiembre de 2012

6 a. m.

Asumiremos que todo es mentira,
que todas las lágrimas caerán a un lecho sin un destino.
Asumiremos que el tiempo pasa,
que todos los segundos se aglutinan en un infinito.
Pensaremos en oscuros conceptos,
para poder comprender mentiras y pretender verdades.
Pensaremos en grandes palabras
para poder vivir la ilusión de salvar distancias colosales.
Pretenderemos creernos dioses.
Pretenderemos creernos libres.
Y cuando encontremos nuestra deidad y nuestra libertad,
miremos atrás y veamos la distancia, nuestros hechos,
todo el tiempo invertido y el sufrimiento...
Asumiremos que todo es mentira.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

martes, 18 de septiembre de 2012

fragmento

antonio gramsci no me salvó de aquellas calles
Andrea sí

Iride

lunes, 17 de septiembre de 2012

A Lenin

Para los campesinos de mi patria
quiero la voz de Lenin.
Para los proletarios de mi patria
quiero la luz de Lenin.
Para los perseguidos de mi patria
quiero la paz de Lenin.
Para la juventud de mi patria
quiero la esperanza de Lenin.
Para los asesinos de mi patria,
para los carceleros de mi patria,
quiero el odio de Lenin,
quiero el puño de Lenin,
quiero la pólvora de Lenin.
Roque Dalton

domingo, 16 de septiembre de 2012

II Cuidad sitiada

El rap encaja en un recorrido en autobús por la ciudad. Observo. Un retén. La policía federal tiene nuevo armamento. Encapuchados avanzan lento y amenazante, apuntando con sus armas desde sus vehículos blindados que me trasportan a Belfast. En mi cabeza, la imagen de los irlandeses repeliendo al ejército inglés. Me relajo, hoy no dejaré que me perturben, hoy busco el sosiego. Me entrego a mis pensamientos. Hoy, un nuevo comienza. Descansando en Juaritos, descifrando el presente, desmenuzando el pasado, decidiendo el futuro.

El hip hop me trae recuerdos, rebotan en mi cabeza. Un rato anduve en las pandillas. Inicié con los Black Eagles en nuestra casa-refugio en el patio del kantón de R. Sin darnos cuenta, éramos la sucursal en México de los Home Boys del East L.A. de Califas y teníamos que saltarle por el barrio. Por elección propia me hice de los Rap Masters. La rolábamos los domingos por la avenida Juárez cantando y bailando, metiéndonos en problemas. Estuve en muchas peleas. El morado se convirtió en un color habitual en mi rostro. Convivía con armas blancas y pistolas baratas que mirábamos mucho y utilizábamos poco.

Reciclo las rolas de mi adolescencia, adquieren un nuevo sentido. Me identifico con la ira que las generó, la opresión, el abandono, el abuso, la violencia, la indolencia. La vida en el ghetto. La supervivencia en el ghetto. Public Enemy me decía Don´t relieve the hype, me recuerda Fight the power, NWA grita Fuck the police, The Rots se confiesan en Criminal; en La Rage, Keny Arkana va rapeando en francés lo que voy observando en español. Los ritmos del barrio. La conciencia colectiva hecha música. La ira del pueblo perpetuando su grito de denuncia, su deseo de existir. Ahora la imagen que tengo es la del Bronx, la del este de Los Ángeles, tan diferentes y tan parecidas a Juaritos. Rodney King conduce por sus calles, es detenido y golpeado en un retén militar.

Juárez es un ghetto. Un multicultural campamento de refugiados. Los expulsados por la crisis del campo y la falta de empleo en el país acampando en la frontera. Convertidos en damnificados de guerra, de Guatemala a guatepeor. La imagen de mi cabeza me sitúa en Palestina, su frontera, sus check points. El hostigamiento policiaco-militar. La petición constante de identificación. Ser extraño en tu propia tierra. Padecer a la policía toda la vida. Que además de violenta y corrupta es la guardiana del orden delictivo que impera. Brazo armado de los empresarios. Durante años nos han acompañado el estado de sitio y el toque de queda virtuales. Las armas han estado siempre presentes para lograrlo. Redadas, cateos, detenciones y enfrentamientos con los policholos son el diario vivir en la ciudad más violenta del mundo.

Más de una hora el trayecto en camión urbano al downtown. Son largas las distancias. Sube y baja gente que te analiza, te mira a los ojos, intenta descifrar tu vida. ¿Eres sicario, dealer, extorsionador, andas movido? ¿Cuál es el rostro del criminal? ¿Cuál es la apariencia del asesino? ¿Tienes un arma entre tu ropa, en la mochila? ¿A dónde te diriges? ¿Ocultas algo? ¿En qué trabajas? ¿De qué vives? Cada persona en el papel de Sherlock Holmes improvisado. Combinando experiencia, sentido común e intuición para intentar adivinar frente a quién está. En la radio José no deja de sorprender, nunca sabes lo que va a tocar.

El equipamiento urbano sin mantenimiento. Las calles deterioradas y solitarias. Boyas, topes y hoyos. Retenes del Ejército Mexicano, policías Federal, Estatal y Municipal, Tránsito y con suerte hasta de sicarios civiles. Naves industriales en desuso resguardadas por personal que las mantiene limpias y en perfectas condiciones. Panteones y funerarias negocios prósperos con huellas de balas y cristales rotos. Los yonkes abarrotados. Recolección de autos y metales para reciclado: hierro de rejas, puertas, ventanas, alcantarillas, medidores de agua y gas; cobre de la instalación eléctrica, tuberías de agua y gas de casas vacías; bronce de placas de monumentos y calles. Casas de empeño y préstamos de dinero como tienditas de la esquina abiertas las venticuatro horas. Se compra oro, teléfonos celulares, cámaras, televisiones y computadoras. Los negocios del saqueo la usura y despojo legal. La economía de la carroña.

Hablan las bardas lo que acallan las balas: Para una lluvia de balas, un arcoiris de paz. Regale abrazos no balazos. Los empresarios son el problema no la solución. Juaritos yo te quiero a pesar del matadero. Ni una más, ni uno menos. Yo no protejo al Chapo, el Chapo me protege a mí, firmado Calderón. Con el pueblo muy chingones, con los narcos maricones. ¡Juaritos a defendernos! Me veo rayando, se excita mi dedo, se acelera el cerebro. Viajo al pasado. Quince estudiantes masacrados. Indignación. La gente en las calles. Marcha del Coraje, del Dolor y Desagravio. Me deslizo con una lata en la mano. La muerte cubre mi rostro. Batallones femeninos en los oídos: ninguna guerra en mi nombre, genocida primer mandatario. Sin miEDO grita una pared. No es bienvenido sr. Presidente. Lloran las bardas lo que hacen las balas. Me adelanto, dos militares reposan con metralla en la mano, me aparezco y pinto ASESINOS FUERA en la puerta de su vehículo. Los soldados brincan, me apuntan cortando cartucho, llega la marcha, gritos y jaloneos, me escabullo, el vocero se deslinda, continúan los gritos, sigo rayando, surfeo la calle, estoy poseído, mi mano manda. Si lo pienso no lo hago, con miedo no me muevo.

Llego al centro, sin edificios y en demolición. Negocios cerrados, zanjas y montones de tierras a media calle. Así imagino yo una zona de guerra. Sólo la Misión y la Ex Aduana tienen más de cien años. Se construye para destruir y volver a construir. En la Plaza de Armas, la gente se toma fotos con Tin Tan que está sentado en la fuente fumando un puro. Un danzante azteca forma un círculo con las personas que observan su ritual. El kiosco, un predicador mantiene el tono frenético  para hablar del fin del mundo, del Apocalipsis en curso. Su voz amplificada por dos bocinas es casi tan irritante como los cantos distorsionados que salen de la catedral intentando opacar su voz. El atrio cerrado –sólo se abre un rato los domingos, por seguridad. La plaza luce vacía, sigue siendo punto de reunión de adultos mayores y palomas, que llegan por miles. Al parecer nadie les ha informado de nada.

Topo con dos conocidos. –¿Nos matan por esta madre, y no nos podemos dar ni un pinche gallo? Dice K desesperado por no poder conectar mota. –Tiene todo el día buscando, anda erizo. Dice D justificando su acelere. –Ya fuimos con varios conectes, a todos los revientan carnal, dos tres semanas y truenan, bueno, se truenan, jajaja. Suelta K la carcajada. -Sólo queda un lugar pero está rodeado de chota. Es misión suicida. Entrar, conectar, salir. I-n-v-i-s-i-b-l-e-s. Los acompaño a la colonia Bellavista.

En el camino, K me platica su teoría basada en Crimen y Castigo de Dostoyevski. Según la cual, puedes meterte en la boca del lobo, navegar entre chotas, pasar retenes y revisiones sin problema siempre y cuando mantengas la calma. –Huelen el miedo, son como perros, con perdón de los perros. Se basan en la apariencia y en la actitud para los checkeos. En la culpa. Yo por eso tranquilo, ando línea, camino con mi morra, ni los volteo a ver. Para mi no existen. No me paran ni soldados ni policías, carnal. Remata apasionado con sus conclusiones.

Llegamos por la Avenida Juárez, hermana gemela de la Avenida Revolución en Tijuana. Antiguo escenario de la vida nocturna y entrada del turismo norteamericano a la frontera más fabulosa y bella del mundo según Juan Gabriel. Las mexican curious, mariachis y tacos en cada esquina son ahora fantasmas en mi mente buscando colorear el abandono. Retén militar junto al puente internacional. Convoys de Policía Municipal y Federal apuntando con sus armas. Yo veo en los policías a los Orcos del Señor de los Anillos, pero es certera la comparación de K, logro visualizarlos como una jauría de perros rabiosos liberados tras días de encierro.

Al doblar en una calle cesa el ruido y el movimiento. Un tipo en bicicleta se nos empareja –¿qué andan buscando? –¿tienes mota carnal? Pregunta K. –No hay hierba. Sólo piedra y chiva. Responde tajante. Nos analiza sin vernos directamente y echa un vistazo alrededor. Seguimos caminando. Pregunta dos, tres, cuatro veces, misma respuesta. -¿Cómo la ves? ¡Pura piedra, pura piedra, pura chiva, pura chiva! ¡Tengan su pinche chiva! ¿Creen que estamos pendejos? Queremos motita, no esa mierda. ¡Natural es, no veneno! ¿Ves cómo los pone? Se los echa en dos tres meses. Se los chupa así. Pura piltrafa humana bato. Quieren que te metas a huevo lo que ellos quieran. Nos matan con esas chingaderas. ¿Dónde queda el derecho que tenemos de meternos lo que nos de la gana? Para eso es nuestra vida, ¿o no? En Wall Street y Hollywood reciben pura calidad sin semilla y fresquecita y nosotros acá buscando guarumo. ¡Está cabrón! ¿o no? Va soltando entre reniegos.

Los dealers haciendo equipo, división del trabajo. De decenas de tienditas que había, el buffet de drogas, ahora es una operación conjunta. A uno le pides, otro cobra, otro entrega. Todo en la calle, en movimiento. De un bar se escapa la nueva versión de Panamericano. Dos hostes en miniflada nos invitan a entrar al ritmo de la canción. Bicicletas, perros, carritos de burritos, parqueros, prostitutas, borrachines y negocios ayudan a montar la escenografía de la película que voy imaginando al caminar. Barrio Chino, Huevo de Serpiente y Sin City se dibujan frente a mí.

Nos piden que esperemos afuera de una peluquería. Hay un bato de lentes oscuros que sentado con un perro de pelea a un lado, una estatua vigilando. Me siento junto a él. Reonozco el lugar. Le digo que estuve ahí de niño con mi padre. Le interesa la plática, responde amable. ¿De dónde vienen? El perro babea, olfatea, impone. D toma una fotote unas aves en un cable eléctrico. El bato sujeta al perro, se sube las lentes –mija, le voy a dar un consejo que le puede salvar el pellejo. Cuando venga a lugares como este nunca traiga cámara, y si la trai clávela, no la saque ¿me entiende? Le dice tranquilizando al pitbull que espera la orden de atacar. Olvidando su cara de vigilante cuenta que los traen jodidos, han matado a muchos. –Tantos muertos no es pa acabar con esto, más bien pa ver quién se queda con la gallina de los huevos de oro ¿me entiendes? Aquí jalas pa ellos vendiendo su merca o te la rifas y vendes lo tuyo. Pero te tienes que arreglar ¿me entiendes? Con la tira y los wachos no hay pedo. No se meten pero estamos rodeados. Garantizamos la venta, entrar y salir de aquí es pedo suyo ¿me entiendes? Estábamos las venticuatro horas, ahora nos quitamos cuando se apaga la vela. Así está el abarrote carnal, tenemos que camellar.

Llegan las latas. Salimos nuevamente a la Avenida Juárez, bullicio. Convoys de Policía Municipal y Federal apuntando con sus armas. Retén militar junto al puente internacional. D no habla. K me enseña una bolsa antes de clavarla. Se me acerca, me dice a los ojos -esta es la marihuana más difícil de conectar y más cara del país. Una lata que no te alcanza para un churro te cuesta treinta o cuarenta varos. Seca, con semillas y palos ¿ves por qué me encabrono?

Me muevo al Río Bravo, la división natural entre México y los Estados Unidos. Los muros pintados por la banda. Un Che Guevara gigante mirando al norte ¡Hasta la victoria siempre! Las víctimas del capital en las maquilas están. Justicia. Make love, fuck war. Migra asesina. ResISSTE. Vista internacional. Filtro internacional. Frontera cerrada. Puentes cámaras de vigilancia, el muro metálico, movimientos de la Border Patrol. El Paso, Texas. Repaso los edificios de mi infancia, hay nuevos. Cristales y espejos sirven de oficinas. Carreteras de alta velocidad, la montaña Franklin, antenas de radio y televisión, El Puente Negro por donde cruza el tren me recuerda a la cumbia de Fuga.

Detrás de mí calles destruidas, casas abandonadas, colonias desoladas. El choque de dos ciudades que son una misma. Siamesas separadas artificialmente. El río divide La Hacienda en residencia y segundo patio. La tragedia de una es la prosperidad de la otra.

El año anterior estuve ahí con un colectivo de videastas. Al ver seco el río cruzamos a explorar, hacer fotos. Ver México desde el otro lado. Cae una agente de la migra gritando y empujándonos para que nos salgamos de su país. Tomo fotos. Se aferra a detenerme y yo que ni madres. Diez Suburban, un chingo de agentes, un helicóptero. Siento coraje por el abuso y la prepotencia. Con el recuerdo de las veces que me persiguieron, las que me hospedaron en sus centros de detención, los cocoreo. Cruzo el río y regreso corriendo, les tiro el dedo, les grito que me la pelan. Desde el puente internacional se suman peatones al coro. Mis compas gritando –regrésate, te van a disparar. Me giro y corro. Escucho el sonido de las balas zumbando en mis oídos. Veo en cámara lenta cómo  levantan la tierra al chocar. Zigzagueo. Siento un impacto en el hombro izquierdo, dolor. Son balas de pintura amarilla.

Un mes después la Border Patrol asesina en ese lugar a S de catorce años. Hicimos un grafitti que sin duda lee la migra. ASESINOS en letras de cinco metros de altura. Jornada Artística Ningún Ser Humano es Ilegal. El barrio, artistas y activistas con la familia de S. La ira no se hace esperar. Saltan las rocas, se destruye la malla, rayadas de madre, gritos de asesinos a los migras. Envían un equipo SWAT con francotiradores para controlarnos. Disparos de advertencia. Más piedras. Rostros cubiertos. El ambiente se calienta. La banda encabronada y alterada. Un recolector de chatarra con su familia les apunta con una escopeta ustedes sigan gritando, yo aquí los tengo en la mira. Llega un convoy de Policías Federales. ¡Ya valimos madres! Operación sandwish. [Chale] La migra por el norte, los Federales por el sur. Lo que sucede nadie lo esperaba. Luego de asegurar el perímetro nos protegen con sus armas del ataque de la migra. -Sigan con su evento chavos, estamos con ustedes. Los migras gritando –no apunten sus armas a los Estados Unidos; queremos hablar con su jefe. Riesgo de conflicto internacional. Negociamos. -Pueden gritarles lo que quieran, nomás no los agredan. La patrulla fronteriza se retira, derrotada; los Federales se quedan, no nos molestan.                                                                                                                              
: el : alas : blisset

sábado, 15 de septiembre de 2012

Mentiras hilvanadas o algo parecido

“Se abrió un claro entre las nubes
hemos vuelto a ver el sol
como dos presos comunes
del tejao de una prisión”.
(Extremoduro)
Y a qué la nostalgia
                a qué
     si no la sientes sino artificialmente
en el lapso de tiempo que transcurre desde que
            preparas un mate y absorbes su amar-
go sabor   que sabe a todo eso
         intuido desde el otro lado
Caes longitudinalmente al cielo
             y el horizonte no llora tu muerte
      ni la de tus poemas anteriores
ni la de tus versos maltratados
Qué absurdo sería
           qué estulticia desorbitante
      producto de la mente de un *tarúpido
   tener fe
  He leído escritores que creían que
escribir era su oficio y el de su alma
        y su penitencia
He desleído sus frases acumuladas
en libretas en borradores
   en paredes
  como gritos de rebeldía o resistencia
o no sé qué protesta silenciosa sin sentido
    Pero ahora
Ahora, digo, que conozco que su miseria
es la misma de todos,
     ahora,
cuando me veo reflejada en el cristal
   del colectivo 141
atravesando esta ciudad que es mía
las ganas de escribir se desmoronan
       de golpe
     Y pienso
en todo el tiempo empleado
      tratando de versificar algo
aunque fuera una tontería
       parecida a eso que llaman felicidad
sin conseguir ser feliz
        mientras tanto.

*Tarúpido: tarado y estúpido
Gema Palacios

viernes, 14 de septiembre de 2012

Noche transfigurada

Una pareja camina por la desnuda y fría arboleda;
la luna los acompaña mientras ellos contemplan
cómo su luz recorre la silueta de los espigados robles.
Ni una sola nube oscurece el firmamento
sobre el que se prolongan las negras copas de los árboles.

La voz de ella revela:
llevo un niño dentro de mí, y no es tuyo;
camino junto a ti, condenada
por haber traicionado profundamente mi propio ser.
Yo ya no creía en la felicidad,
pero mantenía el deseo de engendrar una vida
sólo por la dicha y el anhelo de ser madre.
Pero, frágil, permití que mi cuerpo lo abrazara un extraño
quedando embarazada de él.
Y ahora la vida se ha vengado,
justo cuando te he encontrado a ti.
Ella avanza abatida,
con los ojos perdidos en una luna
que inunda de luz su oscura mirada.
La voz de él dice:
ese niño que llevas dentro no ha de ser una carga para tu alma.
¡Mira con qué brillo se ilumina el universo!
En todo hay un resplandor,
y mientras tú y yo surcamos a la deriva este frío océano
una llama fluye de ti hacia mí, y de mí hacia ti.
La misma que transfigurará a ese hijo
que llevas dentro.
Te inundará mi luz,
para que nazca de ti y de mí.
Él pasa una mano abrazando sus caderas,
mientras sus alientos se entremezclan con el aire.
Dos personas caminan por la elevada y límpida noche.

(Traducción de Polo Vallejo)
Richard Dehmel

jueves, 13 de septiembre de 2012

(Te mueres, sí, ¡y qué!)

Te mueres, sí, ¡y qué!, me molestabas.
Te mueres sobre el prólogo incorrupto
de la Nueva Gramática Española,
al modo en que se ofrecen los ateos
por si buscara Dios quien le reemplace.
Te mueres sin saber por qué se caen
tus pulsaciones cuando escribes prosa,
por qué los ojos saben, si se cierran,
aquello que olvidaron al abrirse.
Te mueres por venganza, con costumbre,
sin consenso, amablemente a solas
como mi cuerpo en el sesenta y uno
después de concluir la Enciclopedia.
Te mueres para ser rememorado
muchísimo mejor de lo que fuiste.
Has comprendido demasiadas veces
las cosas que sirvieron para poco
y ahora que te mueres, español,
va siendo tiempo ya de que me importe.

No busques en mi voz ningún consuelo,
España es hoy el fondo de tu tumba,
el musgo que lubrica la paciencia,
cadáver que se excusa porque huele
y exige un cementerio para él sólo.
Te crees en democracia como un niño
se piensa que el maestro no le miente,
has elevado el mar unos centímetros
para cederle sitio a la torpeza,
aburres tantas veces como opinas
y sabes que tus pueblos se distinguen
por cómo engordan todos sus alcaldes.

Para reconocer a un español
observo si hace tanto como anuncia,
si quiere parecerse a quien desprecia
y lanza su barbilla hacia las nubes.
Los españoles somos parecidos
en eso de creernos especiales;
apenas unos pocos se lamentan
de hacer, de su dinero, sus disgustos.
Así las cosas, ¿cuál es el enigma?,
España es no saber en qué has fallado.
Quien quiera fallecer que lo haga ahora.
Quien quiera ser feliz que me pregunte.
Aarón García Peña

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Muerte sin fin

Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí —ahíto— me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida a medias, ya, como una risa agónica,
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos del mar
—más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante —oh paradoja— constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora
un más allá de pájaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota con gota,
marchito el tropo de espuma en la garganta
¡qué desnudez de agua tan intensa,
qué agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando,
cantando ya una sed de hielo justo!
¡Mas qué vaso —también— más providente
éste que así se hinche
como una estrella en grano,
que así, en heroica promisión, se enciende
como un seno habitado por la dicha,
y rinde así, puntual,
una rotunda flor
de transparencia al agua,
un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos
sobre esa libertad enardecida
que se agobia de cándidas prisiones!

¡Más que vaso —también— más providente!
Tal vez esta oquedad que nos estrecha
en islas de monólogos sin eco,
aunque se llama Dios,
no sea sino un vaso
que nos amolda el alma perdidiza,
pero que acaso el alma sólo advierte
en una transparencia acumulada
que tiñe la noción de Él, de azul.
El mismo Dios,
en sus presencias tímidas,
ha de gastar la tez azul
y una clara inocencia imponderable,
oculta al ojo, pero fresca al tacto,
como este mar fantasma en que respiran
—peces del aire altísimo—
los hombres.
¡Sí, es azul! ¡Tiene que ser azul!
Un coagulado azul de lontananza,
un circundante amor de la criatura,
en donde el ojo de agua de su cuerpo
que mana en lentas ondas de estatura
entre fiebres y llagas;
en donde el río hostil de su conciencia
¡agua fofa, mordiente, que se tira,
ay, incapaz de cohesión al suelo!
en donde el brusco andar de la criatura
amortigua su enojo,
se redondea
como una cifra generosa,
se pone en pie, veraz, como una estatua.
¿Qué puede ser —si no— si un vaso no?
Un minuto quizá que se enardece
hasta la incandescencia,
que alarga el arrebato de su brasa,
ay, tanto más hacia lo eterno mínimo
cuanto es más hondo el tiempo que lo colma.
Un cóncavo minuto del espíritu
que una noche impensada,
al azar
y en cualquier escenario irrelevante
con el vuelo del pájaro,
estalla en él como un cohete herido
y en sonoras estrellas precipita
su desbandada pólvora de plumas.
Mas en la médula de esta alegría,
no ocurre nada, no;
sólo un cándido sueño que recorre
las estaciones todas de su ruta
tan amorosamente
que no elude seguirla a sus infiernos,
ay, y con qué miradas de atropina,
tumefactas e inmóviles, escruta
el curso de la luz, su instante fúlgido,
en la piel de una gota de rocío;
concibe el ojo
y el intangible aceite
que nutre de esbeltez a la mirada;
gobierna el crecimiento de las uñas
y en la raíz de la palabra esconde
el frondoso discurso de ancha copa
y el poema de diáfanas espigas.
Pero aún más —porque en su cielo impío
nada es tan cruel como este puro goce—
somete sus imágenes al fuego
de especiosas torturas que imagina
—las infla de pasión,
en la prisma del llanto las deshace,
las ciega con el lustre de un barniz,
las satura de odios purulentos,
rencores zánganos
como una mala costra,
angustias secas como la sed del yeso.
Pero aún más —porque, inmune a la mácula,
tan perfecta crueldad no cede a límites—
perfora la substancia de su gozo
con rudos alfileres;
piensa el tumor, la úlcera y el chancro
que habrán de festonar la tez pulida,
toma en su mano etérea a la criatura
y la enjuta, la hincha o la demacra,
como a un copo de cera sudorosa,
y en un ilustre hallazgo de ironía
la estrecha enternecido
con los brazos glaciales de la fiebre.
Mas nada ocurre, no, sólo este sueño
desorbitado
que se mira a sí mismo en plena marcha;
presume, pues, su término inminente
y adereza en el acto
el plan de su fatiga,
su justa vacación
su domingo de gracia allá en el campo,
al fresco albor de las camisas flojas.
¡Qué trebolar mullido, qué parasol de niebla
se regala en el ánimo
para gustar la miel de sus vigilias!
Pero el ritmo es su norma, el solo paso,
la sola marcha en círculo, sin ojos;
así, aun de su cansancio, extrae
¡hop!
largas cintas de cintas de sorpresas
que en un constante perecer enérgico,
en un morir absorto,
arrasan sin cesar su bella fábrica
hasta que —hijo de su misma muerte,
gestado en la aridez de sus escombros—
siente que su fatiga se fatiga,
se erige a descansar de su descanso
y sueña que su sueño se repite,
irresponsable, eterno,
muerte sin fin de una obstinada muerte,
sueño de garza anochecido a plomo
que cambia sí de pie, mas no de sueño,
que cambia sí la imagen,
mas no la doncellez de su osadía
¡oh inteligencia, soledad en llamas!
que lo consume todo hasta el silencio,
sí, como una semilla enamorada
que pudiera soñarse germinando,
probar en el rencor de la molécula
el salto de las ramas que aprisiona
y el gusto de su fruta prohibida,
ay, sin hollar, semilla casta,
sus propios impasibles tegumentos.

¡Oh inteligencia, soledad en llamas
que todo lo concibe sin crearlo!
Finge el calor del lodo,
su emoción de substancia adolorida,
el iracundo amor que lo embellece
y lo encumbra más allá de las alas
a donde sólo el ritmo
de los luceros llora,
mas no le infunde el soplo que lo pone en pie
y permanece recreándose a sí misma,
única en Él, inmaculada, sola en Él,
reticencia indecible,
amoroso temor de la materia,
angélico egoísmo que se escapa
como un grito de júbilo sobre la muerte
—oh inteligencia, páramo de espejos!
helada emanación de rosas pétreas
en la cumbre de un tiempo paralítico;
pulso sellado;
como una red de arterias temblorosas,
hermético sistema de eslabones
que apenas se apresura o se retarda
según la intensidad de su deleite;
abstinencia angustiosa
que presume el dolor y no lo crea,
que escucha ya en la estepa de sus tímpanos
retumbar el gemido del lenguaje
y no lo emite;
que nada más absorbe las esencias
y se mantiene así, rencor sañudo,
una, exquisita, con su dios estéril,
sin alzar entre ambos
la sorda pesadumbre de la carne,
sin admitir en su unidad perfecta
el escarnio brutal de esa discordia
que nutren vida y muerte inconciliables,
siguiéndose una a otra
como el día y la noche,
una y otra acampadas en la célula
como en un tardo tiempo de crepúsculo,
ay, una nada más, estéril, agria,
con Él, conmigo, con nosotros tres;
como el vaso y el agua, sólo una
que reconcentra su silencio blanco
en la orilla letal de la palabra
y en la inminencia misma de la sangre.
                         ¡ALELUYA, ALELUYA!

Iza la flor su enseña,
agua, en el prado.
¡Oh, qué mercadería
de olor alado!

¡Oh, qué mercadería
de tenue olor!
¡cómo inflama los aires
con su rubor!

¡Qué anegado de gritos
está el jardín!
«¡Yo, el heliotropo, yo!»
«¿Yo? El jazmín.»

Ay, pero el agua,
ay, si no huele a nada.

Tiene la noche un árbol
con frutos de ámbar;
tiene una tez la tierra,
ay, de esmeraldas.

El tesón de la sangre
anda de rojo;
anda de añil el sueño;
la dicha, de oro.

Tiene el amor feroces
galgos morados;
pero también sus mieses,
también sus pájaros.

Ay, pero el agua,
ay, si no luce a nada.

Sabe a luz, a luz fría,
sí, la manzana.
¡Qué amanecida fruta
tan de mañana!
¡Qué anochecido sabes,
tú, sinsabor!
¡cómo pica en la entraña
tu picaflor!

Sabe la muerte a tierra,
la angustia a hiel.
Este morir a gotas
me sabe a miel.

Ay, pero el agua,
ay, si no sabe a nada.

[BAILE]

Pobrecilla del agua,
ay, que no tiene nada,
ay, amor, que se ahoga,
ay, en un vaso de agua.

En el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma
—ciertamente.
Trae una sed de siglos en los belfos,
una sed fría, en punta, que ara cauces
en el sueño moroso de la tierra,
que perfora sus miembros florecidos,
como una sangre cáustica,
incendiándolos, ay, abriendo en ellos
desapacibles úlceras de insomnio.
Más amor que sed; más que amor, idolatría,
dispersión de criatura estupefacta
ante el fulgor que blande
—germen del trueno olímpico— la forma
en sus netos contornos fascinados.
¡Idolatría, sí idolatría!
Mas no le basta el ser un puro salmo,
un ardoroso incienso de sonido;
quiere, además, oírse.
Ni le basta tener sólo reflejos
—briznas de espuma
para el ala de luz que en ella anida;
quiere, además, un tálamo de sombra,
un ojo,
para mirar el ojo que la mira.
En el lago, en la charca, en el estanque,
en la entumida cuenca de la mano,
se consuma este rito de eslabones,
este enlace diabólico
que encadena el amor a su pecado.
En el nítido rostro sin facciones
el agua, poseída,
siente cuajar la máscara de espejos
que el dibujo del vaso le procura.
Ha encontrado, por fin,
en su correr sonámbulo,
una bella, puntual fisonomía.
Ya puede estar de pie frente a las cosas.
Ya es ella también, aunque por arte
de estas limpias metáforas cruzadas,
un encendido vaso de figuras.
El camino, la barda, los castaños,
para durar el tiempo de una muerte
gratuita y prematura, pero bella,
ingresan por su impulso
en el suplicio de la imagen propia
y en medio del jardín, bajo las nubes,
descarnada lección de poesía,
instalan un infierno alucinante.

Pero el vaso en sí mismo no se cumple.
Imagen de una deserción nefasta
¿qué esconde en su rigor inhabitado,
sino esta triste claridad a ciegas,
sino esta tentaleante lucidez?
Tenedlo ahí, sobre la mesa, inútil.
Epigrama de espuma que se espiga
ante un auditorio anestesiado,
incisivo clamor que la sordera
tenaz de los objetos amordaza,
flor mineral que se abre para adentro
hacia su propia luz,
espejo ególatra
que se absorbe a sí mismo contemplándose.
Hay algo en él, no obstante, acaso un alma,
el instinto augural de las arenas,
una llaga tal vez que debe al fuego,
en donde le atosiga su vacío.
Desde este erial aspira a ser colmado.
En el agua, en el vino, en el aceite,
articula el guión de su deseo;
se ablanda, se adelgaza;
ya su sobrio dibujo se le nubla,
ya embozado en el giro de un reflejo,
en un llanto de luces se liquida.

Mas la forma en sí misma no se cumple.
Desde su insigne trono faraónico,
magnánima,
deífica,
constelada de epítetos esdrújulos,
rige con hosca mano de diamante.
Está orgullosa de su orondo imperio.
¡En las augustas pituitarias de ónice
no juega, acaso, el encendido aroma
con que arde a sus pies la poesía?
¡Ilusión, nada más gentil narcótico
que puebla de fantasmas los sentidos!
Pues desde ahí donde el dolor emite
¡oh turbio sol de podre!
el esmerado brillo que lo embosca,
ay, desde ahí, presume la materia
que apenas cuaja su dibujo estricto
y ya es un jardín de huellas fósiles,
estruendoso fanal,
rojo timbre de alarma en los cruceros
que gobierna la ruta hacia otras formas.
La rosa edad que esmalta su epidermis
—senil recién nacida—
envejece por dentro a grandes siglos.
Trajo puesta la proa a lo amarillo.
El aire se coagula entre sus poros
como un sudor profuso
que se anticipa a destilar en ellos
una esencia de rosas subterráneas.
Los crudos garfios de su muerte suben,
como musgo, por grietas inasibles,
ay, la hostigan con tenues mordeduras
y abren hueco por fin a aquel minuto
—¡miradlo en la lenteja del reloj,
neto, puntual, exacto,
correrse un eslabón cada minuto!—
cuando al soplo infantil de un parpadeo,
la egregia masa de ademán ilustre
podrá caer de golpe hecha cenizas.

No obstante —¿por qué no?— también en ella
tiene un rincón el sueño,
árido paraíso sin manzana
donde suele escaparse de su rostro,
por el rostro marchito del espectro
que engendra aletargada, su costilla.
El vaso de agua es el momento justo.
En su audaz evasión se transfigura,
tuerce la órbita de su destino
y se arrastra en secreto hacia lo informe.
La rapiña del tacto no se ceba
—aquí, en el sueño inhóspito—
sobre el templado nácar de su vientre,
ni la flauta Don Juan que la requiebra
musita su cachonda serenata.
El sueño es cruel,
ay, punza, roe, quema, sangra, duele.
Tanto ignora infusiones como ungüentos.
En los sordos martillos que la afligen
la forma da en el gozo de la llaga
y el oscuro deleite del colapso.
Temprana madre de esa muerte niña
que nutre en sus escombros paulatinos,
anhela que se hundan sus cimientos
bajo sus plantas, ay, entorpecidas
por una espesa lentitud de lodo;
oye nacer el trueno del derrumbe;
siente que su materia se derrama
en un prurito de ácidas hormigas;
que, ya sin peso, flota
y en un claro silencio se deslíe.
Por un aire de espejos inminentes
¡oh impalpables derrotas del delirio!
cruza entonces, a velas desgarradas,
la airosa teoría de una nube.

En la red de cristal que la estrangula,
el agua toma forma,
la bebe, sí, en el módulo del vaso,
para que éste también se transfigure
con el temblor del agua estrangulada
que sigue allí, sin voz, marcando el pulso
glacial de la corriente.
Pero el vaso
—a su vez—
cede a la informe condición del agua
a fin de que —a su vez— la forma misma,
la forma en sí, que está en el duro vaso
sosteniendo el rencor de su dureza
y está en el agua de aguijada espuma
como presagio cierto de reposo,
se pueda sustraer al vaso de agua;
un instante, no más,
no más que el mínimo
perpetuo instante del quebranto,
cuando la forma en sí, la pura forma,
se abandona al designio de su muerte
y se deja arrastrar, nubes arriba,
por ese atormentado remolino
en que los seres todos se repliegan
hacia el sopor primero,
a construir el escenario de la nada.
Las estrellas entonces ennegrecen.
Han vuelto al dardo insomne
a la noche perfecta de su aljaba.

Porque en el lento instante del quebranto,
cuando los seres todos se repliegan
hacia el sopor primero
y en la pira arrogante de la forma
se abrasan, consumidos por su muerte
—¡ay, ojos, dedos, labios,
etéreas llamas del atroz incendio!—
el hombre ahoga con sus manos mismas,
en un negro sabor de tierra amarga,
los himnos claros y los roncos trenos
con que cantaba la belleza,
entre tambores de gangoso idioma
y esbeltos címbalos que dan al aire
sus golondrinas de latón agudo;
ay, los trenos e himnos que loaban
la rosa marinera
que consuma el periplo del jardín
con sus velas henchidas de fragancia;
y el malsano crepúsculo de herrumbre,
amapola del aire lacerado
que se pincha en las púas de un gorjeo;
y la febril estrella, lis de calosfrío,
punto sobre las íes
de las tinieblas;
y el rojo cáliz del pezón macizo,
sola flor de granado
en la cima angustiosa del deseo,
y la mandrágora del sueño amigo
que crece en los escombros cotidianos
—ay, todo el esplendor de la belleza
y el bello amor que la concierta toda
en un orbe de imanes arrobados.

Porque el tambor rotundo
y las ricas bengalas que los címbalos
tremolan en la altura de los cantos,
se anegan, ay, en un sabor de tierra amarga,
cuando el hombre descubre en sus silencios
que su hermoso lenguaje se le agosta,
se le quema —confuso— en la garganta,
exhausto de sentido;
ay, su aéreo lenguaje de colores,
que así se jacta del matiz estricto
en el humo aterrado de sus sienas
o en el sol de sus tibios bermellones;
él, que discurre en la ansiedad del labio
como una lenta rosa enamorada;
él, que cincela sus celos de paloma
y modula sus látigos feroces;
que salta en sus caídas
con un ruidoso síncope de espumas;
que prolonga el insomnio de su brasa
en las mustias cenizas del oído;
que oscuramente repta
e hinca enfurecido la palabra
de hiel, la tuerta frase de ponzoña;
él que labra el amor del sacrificio
en columnas de ritmos espirales,
sí, todo él, lenguaje audaz del hombre,
se le ahoga —confuso— en la garganta
y de su gracia original no queda
sino el horror de un pozo desecado
que sostiene su mueca de agonía.
Porque el hombre descubre en sus silencios
que su hermoso lenguaje se le agosta
en el minuto mismo del quebranto,
cuando los peces todos
que en cautelosas órbitas discurren
como estrellas de escamas, diminutas,
por la entumida noche submarina,
cuando los peces todos
y el ulises salmón de los regresos
y el delfín apolíneo, pez de dioses,
deshacen su camino hacia las algas;
cuando el tigre que huella
la castidad del musgo
con secretas pisadas de resorte
y el bóreas de los ciervos presurosos
y el cordero Luis XV, gemebundo,
y el león babilónico
que añora el alabastro de los frisos
—¡flores de sangre, eternas,
en el racimo inmemorial de las especies!—
cuando todos inician el regreso
a sus mudos letargos vegetales;
cuando la aguda alondra se deslíe
en el agua del alba,
mientras las aves todas
y el solitario búho que medita
con su antifaz de fósforo en la sombra,
la golondrina de escritura hebrea
y el pequeño gorrión, hambre en la nieve,
mientras todas las aves se disipan
en la noche enroscada del reptil;
cuando todo —por fin— lo que anda o repta
y todo lo que vuela o nada, todo,
se encoge en un crujir de mariposas,
regresa a sus orígenes
y al origen fatal de sus orígenes,
hasta que su eco mismo se reinstala
en el primer silencio tenebroso.

Porque los bellos seres que transitan
por el sopor añoso de la tierra
—¡tragos de sangre, libres,
en la pantalla de su sueño impuro!—
todos se dan a un frenesí de muerte,
ay, cuando el sauce
acumula su llanto
para urdir la substancia de un delirio
en que —¡tú! ¡yo! ¡nosotros!— de repente,
a fuerza de atar nombres destemplados,
ay, no le queda sino el tronco prieto,
desnudo de oración ante su estrella;
cuando con él, desnudos, se sonrojan
el álamo temblón de encanecida barba
y el eucalipto rumoroso,
témpano de follaje
y tornillo sin fin de la estatura
que se pierde en las nubes, persiguiéndose;
y también el cerezo y el durazno
en su loca efusión de adolescentes
y la angustia espantosa de la ceiba
y todo cuanto nace de raíces,
desde el heroico roble hasta la impúbera
menta de boca helada;
cuando las plantas de sumisas plantas
retiran el ramaje presuntuoso,
se esconden en sus ásperas raíces
y en la acerba raíz de sus raíces
y presas de un absurdo crecimiento
se desarrollan hacia la semilla,
hasta quedar inmóviles
¡oh cementerios de talladas rosas!
en los duros jardines de la piedra.

Porque desde el anciano roble heroico
hasta la impúbera
menta de boca helada,
ay, todo cuanto nace de raíces
establece sus tallos paralíticos
en los duros jardines de la piedra,
cuando el rubí de angélicos melindres
y el diamante iracundo
que fulmina a la luz con un reflejo,
más el ario zafir de ojos azules
y la geórgica esmeralda que se anega
en el abrilde su robusta clorofila,
una a una, las piedras delirantes,
con sus lindas hermanas cenicientas,
turquesa, lapislázuli, alabastro,
pero también el oro prisionero
y la plata de lengua fidedigna,
ingenuo ruiseñor de los metales
que se ahoga en el agua de su canto;
cuando las piedras finas
y los metales exquisitos, todos,
regresan a sus nidos subterráneos
por las rutas candentes de la llama,
ay, ciegos de su lustre,
ay, ciegos de su ojo,
que el ojo mismo,
como un siniestro pájaro de humo,
en su aterida combustión se arranca.

Porque raro metal o piedra rara,
así como la roca escueta, lisa,
que figura castillos
con sólo naipes de aridez y escarcha,
y así la arena de arrugados pechos
y el humus maternal de entraña tibia,
ay, todo se consume
con un mohíno crepitar de gozo,
cuando la forma en sí, la forma pura,
se entrega a la delicia de su muerte
y en su sed de agotarla a grandes luces
apura en una llama
el aceite ritual de los sentidos,
que sin labios, sin dedos, sin retinas,
sí paso a paso, muerte a muerte, locos,
se acogen a sus túmidas matrices,
mientras unos a otros se devoran
al animal, la planta
a la planta, la piedra
a la piedra, el fuego
al fuego, el mar
al mar, la nube
a la nube, el sol
hasta que todo este fecundo río
de enamorado semen que conjuga,
inaccesible al tedio,
el suntuoso caudal de su apetito,
no desemboca en sus entrañas mismas,
en el acre silencio de sus fuentes,
entre un fulgor de soles emboscados,
en donde nada es ni nada está,
donde el sueño no duele,
donde nada ni nadie, nunca, está muriendo
y solo ya, sobre las grandes aguas,
flota el Espíritu de Dios que gime
con un llanto más llanto aún que el llanto,
como si herido —¡ay, Él también!— por un cabello
por el ojo en almendra de esa muerte
que emana de su boca,
hubiese al fin ahogado su palabra sangrienta.
                         ¡ALELUYA, ALELUYA!

¡Tan-tan! ¿Quién es? Es el Diablo,
es una espesa fatiga,
un ansia de trasponer
estas lindes enemigas,
este morir incesante,
tenaz, esta muerte viva,
¡oh Dios! que te está matando
en tus hechuras estrictas,
en las rosas y en las piedras,
en las estrellas ariscas
y en la carne que se gasta
como una hoguera encendida,
por el canto, por el sueño,
por el color de la vista.

¡Tan-tan! ¿Quién es? Es el Diablo,
ay, una ciega alegría,
un hambre de consumir
el aire que se respira,
la boca, el ojo, la mano;
estas pungentes cosquillas
de disfrutarnos enteros
en sólo un golpe de risa,
ay, esta muerte insultante,
procaz, que nos asesina
a distancia, desde el gusto
que tomamos en morirla,
por una taza de té,
por una apenas caricia.

¡Tan-tan! ¿Quién es? Es el Diablo,
es una muerte de hormigas
incansables, que pululan
¡oh Dios! sobre tus astillas,
que acaso te han muerto allá,
siglos de edades arriba,
sin advertirlo nosotros,
migajas, borra, cenizas
de ti, que sigues presente
como una estrella mentida
por su sola luz, por una
luz sin estrella, vacía,
que llega al mundo escondiendo
su catástrofe infinita.

[BAILE]

Desde mis ojos insomnes
mi muerte me está acechando,
me acecha, sí, me enamora
con su ojo lánguido.
¡Anda putilla del rubor helado,
anda, vámonos al diablo!
José Gorostiza

martes, 11 de septiembre de 2012

Even cowgirls get the blues

la canción de aquel tiempo no pasara,
dónde nunca pasa nada

Tengo la columna descalza de vértebras,
expuesta, mi médula palpita
al azote de la intemperie
de otra cruel noche de frío
que otra vez sacude mis nervios
con fusta de espino y color de rosa,

y yo, como desganada,
agacho la cabeza

Hubo un momento,
hubo un lugar,
algo real,
se parecía a un sueño,
en que me faltaban
huesos y músculos y pieles
y voces y me faltaban
piernas y dedos y corazones,
con que atender
las doce horas de luz,
que me faltaban soles, estrellas,
lunas y bares dónde seguir bebiendo,
que me sobraban tréboles
de tanta suerte,
que me pasaba tardes enteras
merodeando entre fantasías
y ensoñaciones de escaparates
de corsetería y cómics
planeando siempre la gran evasión.

Hasta prendí una bandera pirata
de la cuerda de tender la ropa
para coronar mi barco de tantos
tesoros cómo poseía,
y así cada día
arrojaba el ancla sin miedos,
dormía tranquila,
a mis pesadillas no se les caían los dientes,
porque en cada puerto
había labrado hermosos y fuertes
los muelles
donde las raíces
de mis altibajos,
amarrar seguras, frondosas y firmes
las huellas borrosas de mis pies desnudos
que se cobijaban en amables dunas.

Entonces brindaba,
contenta
cantábame viejas canciones
repletas de yodo,
contábame inéditos cuentos
sin bruja ni lobos,

bailaba
pese a las ambulancias,

reía
aunque la crisis,

besaba y besaba mi cuerpo
despreocupada
de la guadaña del tiempo,
porque la mañana no era más
que una extensión
de ese feliz regalo
que nos había hecho la vida
juntándonos bellas, dispares
y jóvenes,

y cómo explicarlo

joder,

cómo ahora,
ahora que me acerco
inexorablemente
a la tan temible edad
de River Phoenix,
y aunque todavía no sé
cual será el grosor
de mi horca,
me escuece la lejanía
de este asilo sin eco,

la lejanía con que
las miradas,

y por las noches
me sangran los ojos

y me duelen
hasta vuestros
nombres
Cristina Tauler

lunes, 10 de septiembre de 2012

Me basta así

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
                                   entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
                    Oigo
constelaciones: existes.
                         Creo en ti.
                                  Eres.
                                       Me basta).
Ángel González

domingo, 9 de septiembre de 2012

Más vale que aplaudáis

Vosotros pusisteis las normas
y yo no quería jugar a este juego
yo quería jugar a mi juego...

así que más vale que aplaudáis
sorbed mis sesos con pajita
porque no hay absolutamente nada
.
.
.
excepto
.
.
.
desde que naciste en Babilonia
pisoteado por tus padres
por tu hermano
aplastado por el ego de tu novia
en la escala de la vida
soportando el peso de tus jefes
y tú abajo.
Pero lo peor de todo
son esos seres con traje
desconocidos
que nunca verás

y desde que naciste en Babilonia
pisoteaste la vida de tus padres
violaste la mente de tu hermano
aplastaste con tu ego a tu novia
mientras los que eran más proletarios
te soportaban en sus hombros sentado.
Pero lo peor de todo
son esos seres sin traje
desconocidos
que nunca verás.

Y desde que nací en Babilonia
mire donde mire
sólo veo violencia oculta en sonrisas
devorándolo todo
y son irrefrenables las ganas
las ganas...

cada vez que me sumerjo en el papel
es para acallar las ganas que tengo
de arrancaros a todos la cabeza
y esparcir bailando vuestros sesos
así que más vale que aplaudáis.
Amacaballo Fat

sábado, 8 de septiembre de 2012

Sábanas

Tras la muerte del cuerpo no es el alma
la que chilla arrastrando una cadena:
la viuda es el fantasma.

Alaridos por no saber qué hacer
con los dientes postizos del difunto:
flotando como un pez sin alimento,

con la ropa sin piel en el armario:
indigesta también para polillas,
con las gafas: de ver de quien no ve.

Cambiar el titular de las facturas
y no poder hacerlo con la vida:
debe tener el Sol interruptor.

La casa está ocupada por aullidos,
la viuda por objetos: la cuchilla
refleja, ya no afeita, pero corta.

Partida la pensión por la mitad,
la pastilla para dormir en dos:
Salomón se desquita con los viejos.

Paco Najarro

viernes, 7 de septiembre de 2012

Andar

El compendio de mis miedos
unido al de tu ansiedad,
precipita mi caída,
reactiva tu locura.

Así como yo dudo,
así como tú quieres que yo sea,
no seré.

De tanto cambio dado
sin un final concreto
yo mismo me he perdido
y he buscado encontrarme.
El único problema
ha sido hacerlo fuera
de mi propia persona,
poniendo en ti objetivo,
y no construir camino
sino fijar la meta.
Julio Achútegui

jueves, 6 de septiembre de 2012

(Muy a menudo...)

Muy a menudo -esmoquin que entonces espejea
sobre estanques de Cristos y Satanes palaciegos-,
Él sí intuía el Conocimiento en las cafeterías:
raro éxtasis de párpado, les hallaba miserables...

¿Razón? La del ángel tordo e irresistible
que, abandonados áureos mozos, no descansa,
escupitajo sádico de amor o cáliz blanco
que, como un azucarillo, nos divierte eternamente.

Sufrimiento tantos siglos por aquella teta esbelta,
voluntariamente sabia, tragando viñedos,
exquisita, su palabra, abriría nuevas direcciones.
(Mientras tanto, construía saxofones negros.)

¡Pero serán magnéticos sus carnívoros aullidos,
intensidad ardiendo el arrabal de los neones!
Con cetro como símbolo por Ella, mágica y errante,
despertar, al fin, como una consecuencia...
Álvaro Guijarro

miércoles, 5 de septiembre de 2012

(Los tercetos encadenan)

Los tercetos encadenan
en algún vagón de metro
este alma pasajera,
más dormida que despierta,
a la que llevan los versos
a otro mundo, otra era.
Cuando llega su parada
vuelve los ojos al frente
y mira con desconfianza
a toda esa gente
compañera en la rutina
de los muertos vivientes.

Lina

martes, 4 de septiembre de 2012

A la madre de Panero

A la madre de Panero, 
que ríe... 

repiquetean constantes en la abyecta cabeza los ecos de súcubos que claman por mi
madre
surgidos desde miedo del abismo de lograr prometéica tarea de arrancarme las flechas de ese puto enano
chupar el veneno emanado por las heridas del que rompió sus cadenas ebriando la psique que oponen a la razón
ahora puedo mirarte a los ojos,
madre,
y escupirte a la cara en un gesto que no te amo
que camino con los que van opuestos
que cuando mis cuencas vacías te viertan sonrisas-espasmos-
desde el psiquiátrico,
sedado,
y tu rías de nuevo
creyéndome en tus manos
no te alivie el placebo y sabe
que tu hijo huyo lejos
llámalo, si deseas, Parnaso
tierras sin nombre
lugares donde huyen las gentes
que desoyen de Dios el mandato
que consiguen morir en vida
sin importar si respiran
dos moléculas de oxigeno
madre
poco importan
en esos momentos
al otro lado.

Amacaballo Fat

lunes, 3 de septiembre de 2012

(Me preguntáis cómo me volví loco)

Me preguntáis cómo me volví loco. Ocurrió así: 
          Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras, las siete máscaras que había modelado y usado en siete vidas.
          Huí sin máscara por las atestadas calles gritando: "¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!"
          Hombres y mujeres se reían de mí, y algunos corrieron a sus casas temerosos de mí.
          Y cuando llegué a la plaza del mercado, un muchacho de pie sobre el techo de una casa, gritó: "¡Es un loco!" 
          Alcé la vista para mirarlo y por primera vez el sol besó mi rostro desnudo, y mi alma se inflamó de amor por el sol, y ya no deseé más mis máscaras. Como en éxtasis grité: "¡Benditos, benditos sean los ladrones que me han robado mis máscaras" 
          Así fue como me volví loco. 
          Y he hallado libertad y salvación en mi locura; la libertad de la estar solo y a salvo de ser comprendido, porque aquellos que nos comprenden esclavizan algo nuestro.
Khalil Gibran

domingo, 2 de septiembre de 2012

Canción de brujería

Señor compañero, Señor de la noche,
haz que vuelva su rostro
quien no quiso mirarme.

Que sus ojos me busquen
sostenidos y azules
por detrás de la barra.

Que pregunte mi nombre
y se acerque despacio
a pedirme tabaco.

Si prefiere quedarse,
haz que todos se vayan
y este bar se despueble
para dejarnos solos
con la canción más lenta.

Si decide marcharse,
que la luna disponga
su luz en nuestro beso
y que las calles sepan
también dejarnos solos.

Señor compañero, Señor de la noche,
haz que no cante el gallo
sobre los edificios,
que se retrase el día

y que duren tus sombras
el tiempo necesario.

El tiempo que ella tarde en decidirse.
Luis García Montero

sábado, 1 de septiembre de 2012

Me duermo estando despierta

     Me duermo estando despierta

     Me han contado que los versos malos son los que te hacen ser poeta. El viento fresquito de primavera es el que te hace moquear. ¡Y qué le voy a hacer si soy tan susceptible como una letra de tinta! Cuando me duermo estando despierta sueño la realidad, asustada como un pequeño gorrión rodeado de niños curiosos con las manos pegajosas y sucias. Soy de ciudad, nunca conocí muchos tipos de pájaros. Ni de árboles. Más adelante los que llevan gafotas, pajaritas y corbatas chillonas relatarán poéticas de la suciedad y los berretes del suelo de los vagones. ¡Y qué le voy a hacer si soy tan influenciable como una buena palabra!

     No me interrumpas con tus alardes, Mezquino, ya sé que se me olvidaron los pañuelos de papel en casa (o Kleenex, pero no cobro la publicidad). Ya sé que estamos en primavera. Ya sé que las pequeñas ruedecitas no van a dejar que me duerma. No voy a redundar.