No quiero imaginar a mi estirpe acunada sobre nidos de espinas,
ni creer que la luz de la luna fluye hacia ninguna parte
alumbrando los despojos de rostros frenéticos,
modelando el sonido de los cuerpos al caer.
No quiero pensar que estamos latiendo hacia un futuro de fuego,
de lunas y peces que inflaman los gritos de sangre,
de lluvia que baja y en lugar de lavar mancha,
de gemidos de ausencia y de perros cargados de cólera.
No quiero pensarlo, pero lo pienso; ni creerlo, pero lo creo,
y doy tumbos noche abajo y mundo arriba
flotando de conciencia a conciencia
y viendo horrorizado el leitmotiv de nuestra especie:
siempre triunfa la inmundicia, inmundicia que rellena los cráneos sin escrúpulos.
Están muertos.
Las cuencas vacías al horror, la sonrisa sádica sin labios
y los dientes nauseabundos tallados en oro macizo.
Su marcha silenciosa siempre ha dominado nuestro mundo.
Por eso, solo nos queda una cosa:
escupir un alarido capaz de acuchillar el mismo cielo,
y gritar, gritar hasta la extenuación;
que tu grito sea tu estoque,
y tu estoque atraviese el mundo.
Ya lo dijo el Poeta: hemos de estampar nuestros sesos en el muro,
porque no hay un dios al que tener despierto
ni habrá un alba como no la prendamos nosotros
con las mismas manos rudas de hace cientos de miles de años.
Y tienen miedo.
Miedo de la mayor bendición del ser humano, que es la rebeldía.
Miedo de verse en el suelo rodeados de ojos furibundos.
Miedo de hallar su cabeza en lo alto de una pica.
Junto a ellos, crujen astillados los viejos goznes del mundo
mientras resuena desgarrado el llanto del chacal,
gemido inconsolable que parece salir de las mismas entrañas de la tierra.
Gime, llantito de perro apaleado,
pues tu estirpe también saboreará las espinas.
Abro los dientes y callo, cierro los ojos y muero,
porque el llanto incombustible inunda mis oídos
y es mucho más terrible que la imagen que flotaba.
Calla, llanto maldito,
no destroces mis sueños de espinas doradas,
no me reveles el futuro,
porque es la verdad y es peor que la verdad:
puede que no haya ni espinas para mi linaje.
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