Te fuiste tan despacio como crecen las flores en los ojos de los muertos.
Usurpó tu lugar un silencio muy fuerte,
y después un ruido muy fuerte como de silencios y
tambores en silencio y ciudades en silencio.
Llegaron como llegan
temibles dementores como temibles lenguas blancas y asquerosas.
Noches largas como largas noches cuidando al hijo tonto del polvo maravilloso.
Vinieron días cerrados como persianas cerradas.
Días rezando para que Dios no se tumbara en mi cama, por favor, ni me besara los labios.
Tragué lágrimas con el asco con el que se traga el semen de un desconocido
y todavía
con esa lengua
lamo incansable
los restos
de baba
que dejaste.
Inés de la Higuera
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