domingo, 6 de octubre de 2013

Fruto de inexperiencia

Sin embargo nunca oía
llegar mi mano atravesando
las dos mil capas de aire
que separaban mi nuca



                                  de su nalga,
yo a veces creo que lo ignoraba
                (quiero decir que prefería no escucharlo)
o que disfrutaba con la cerrazón
sexual que suspendía cada tempo
                que estallaba,
como si no saber fuera mejor que hacerlo
o como si
los surcos de mis dedos fueran
                más profundos por inesperados,
y una marea de algas que
                llega
pero nunca toca.
Cuatro paredes pueden ser muchas
para encerrar dos cuerpos,
dos cuerpos son el limbo

en que ciegos enjambres se cruzan.

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