lunes, 7 de octubre de 2013

Delirios de madrugada

Amo la sencillez que brota de tus labios,
manantial de vida. Fuente de deseo.
Lo noto. Me embelesa, es la melodía de tus susurros
capaz de trasportarme al lugar menos soñado por nadie,
nadie cuerdo quiere fluir por ese chorro de voz tan tenue.

Lo noto. Me enloquece, poco a poco, despiertan mis deseos,
se elevan en este aire impregnado por tu olor. Me delatan.
Te miro fijamente y respondes lanzando una mirada ávida,
un torrente de sensaciones convergen a pocos centímetros de distancia.
Dejamos que nuestras miradas debatan este gran dilema.

Lo noto. Me seduce tu misterio,
ese aire de inocencia que esconde el delirio,
que atrapa mi sensatez, la hace prisionera
liberando la locura, con claros indicios de cometer un crimen
atentando contra tu piel.

Lo noto. El silencio, germen de la inspiración más fascinante,
génesis del beso. Lienzo en blanco sobre el que dibujas
un alarido interior que desvela una sed voraz que temes no saciar.
Un amago de paraíso incierto, que difumina el tiempo,
que,  sin querer, se esfuma.




Con que facilidad pasa la vida, el tiempo vuela,
el amor se oxida. Las miradas pierden brillo, el deseo se apaga.
La fatalidad existe, si no avivamos la llama.
Complicamos lo sencillo para entretenernos mientras esperamos a la muerte,
inventando laberintos para perdernos.

Más tarde nos encontramos y ya no somos los mismos.

Evolución y destrucción caminan juntos de la mano,
mientras crece el estúpido odio destruimos al amor,
así somos los humanos.
Luego nos lamentamos y nos perdemos en los bares;
dulce consuelo donde fácil es perderse.

Nos alejamos de la esencia de lo que somos por miedo,
y luego el miedo surge cuando al mirar atrás ya no vemos nuestras huellas.
¿quién somos?
Se acerca el pánico de vernos solos…

La vida no espera.
Somos el ahora, el presente, que nos inunda con dudas y deseos,
 haciéndonos del minuto esclavos,

de este tren extraños pasajeros…
Andrea Espada

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