domingo, 13 de abril de 2014

Idilio en el café


Ahora me pregunto si es que toda la vida 
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo, 
la mano ante los ojos —qué latido 
de la sangre en los párpados— y el vello 
inmenso se confunde, silencioso, 
a la mirada. Pesan las pestañas.

No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son, 
rostros vagos nadando como en un agua pálida, 
éstos aquí sentados, con ojos vivientes? 
La tarde nos empuja a ciertos bares 
o entre cansados hombres en pijama.

Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio 
arriba, más arriba, mucho más que las luces 
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados. 
Queda también silencio entre nosotros, 
silencio 
              y este beso igual que un largo túnel.

Jaime Gil de Biedma

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