martes, 12 de noviembre de 2013

Temen a la poesía

Los desdichados temen a la poesía como a sus peores monstruos,
como a esas tardes muertas de domingo,
como al tedio, la soledad o el desamparo
horribles pesadillas,
temen a la poesía como a su imagen al espejo
su propio lamento hecho verdad les acongoja
no quieren domar los versos 
les da miedo acercarse
tan de cerca
que el implicarse signifique amar
amor a un inconsciente
amor a un arquetipo
amor a un deseo.

Temen a la poesía porque es cierta

la temen como fruto de las pasiones de los lánguidos
de los certeros golpes de una frugal existencia
que provoca la nausea
la vomitona en charco, peluca para los débiles
una máscara para los muertos no natos
un refugio para los ladrones
de pequeños pedacitos de universales confesiones
como las de todos
y todos participan de las mismas libaciones 
y temen a la poesía
y no la entienden
y no se lamentan 
y no lloran.

Dejad de temer la poesía, como al ladrido del perro
que con suave porcentaje de animal
y muy desesperado, abandona el entendimiento
claudica esa ira
ese malestar por beber enamorado
de las cuitas de un desconocido
del oro que trepa de su lengua
y acepta
acepta que la sangre corra
y que la vida resuelva los problemas con la muerte
y reunámonos todos en un verso catársico
o en la barra de cualquier bar,
contémonos la vida, las palabras, los abrazos
y vomitemos al mundo
que la poesía significa, solamente,
que hoy seguimos estando vivos.

Alberto Rivas

2 comentarios:

  1. Los desdichados aman a la poesía profundamente precisamente porque ella les permite construir por un breve lapso de tiempo las verdades de las la mayoría han renegado. En la acepción de poesía que este tipo maneja, claro.

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  2. Para dejar de temerla primero hay que aceptarse, pecador, mortal y contradictorio.
    Luego se puede participar del canto coral y celebratorio.

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