sábado, 31 de marzo de 2012
Hombre preso que mira a su hijo
Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quién se le ocurriría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas.
Que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos.
Realmente botija
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quién se le ocurriría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas.
Que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos.
Realmente botija
no sabían un corno
pobrecitos
creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda
que muerte era tan sólo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula.
Olvidaban poner el acento en el hombre.
La culpa no era exactamente de ellos
sino de otros mas duros y siniestros
y éstos sí
cómo nos ensartaron
en la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros
y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles.
Uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos.
Por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla de nueve
ni acribillarte a pelotazos.
Vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio.
Y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías.
Y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre.
Botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides.
Por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones
todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre.
Pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar.
Que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos.
Y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda
que muerte era tan sólo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula.
Olvidaban poner el acento en el hombre.
La culpa no era exactamente de ellos
sino de otros mas duros y siniestros
y éstos sí
cómo nos ensartaron
en la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros
y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles.
Uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos.
Por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla de nueve
ni acribillarte a pelotazos.
Vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio.
Y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías.
Y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre.
Botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides.
Por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones
todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre.
Pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar.
Que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos.
Y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué parada
qué casa.
Y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar.
Una cosa es morirse de dolor
y otra cosa es morirse de vergüenza.
Por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder.
Uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere.
Llorá nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos.
Gritamos berreamos moqueamos chillamos
maldecimos
por que es mejor llorar que traicionar
por que es mejor llorar que traicionarse.
Llorá
pero no olvides.
qué parada
qué casa.
Y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar.
Una cosa es morirse de dolor
y otra cosa es morirse de vergüenza.
Por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder.
Uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere.
Llorá nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos.
Gritamos berreamos moqueamos chillamos
maldecimos
por que es mejor llorar que traicionar
por que es mejor llorar que traicionarse.
Llorá
pero no olvides.
Mario Benedetti
viernes, 30 de marzo de 2012
La mujer insoportablemente leve
Tenía dieciséis años, -iba yo relatando-,
cuando cayó en mis manos un libro de Kundera,
La insoportable levedad del ser.
Un título vibrante y asombroso
como un arcón repleto de tesoros.
cuando cayó en mis manos un libro de Kundera,
La insoportable levedad del ser.
Un título vibrante y asombroso
como un arcón repleto de tesoros.
Mientras,
tú me escuchabas
con esas dos ventanas abiertas en la cara
que siempre fueron ojos y camino.
[El tren se iba adentrando por la costa
buscando siempre el Sur]
¿Creerás, -yo proseguía-, que en aquellos momentos
yo soñaba con ser
Sabina la sensual,
Sabina eterna amante condenada
a abandonar todos los hombres que ama?
Tú asentías sonriendo con tus ojos de estrella
como si no existiese ningún resquicio en mí
que tú no imaginaras,
que tú no conocieras.
[El tren y los andenes intercambian viajeros
buscando siempre el Sur]
Más tarde me di cuenta, -continué yo diciendo-,
que un pequeño detalle, -¿debo decir defecto?-,
me arrastra sin remedio
muy lejos de Sabina.
Me guste o no, yo soy
un animal sensible
que nunca ha conseguido enfriar su corazón.
Tú arqueas la sonrisa en connivencia.
[El tren nos deposita en la estación minúscula
que está mirando al Sur]
Recuérdame, si un día
el destino me cruza con Kundera,
abonarle con creces
tanta declaración de amor a dúo.
Raquel Lanseros
jueves, 29 de marzo de 2012
Naces, Voces y Mueres
En las pequeñas habitaciones escondidas/encendidas del mundo vibran en silencio los instrumentos. En silencio se llaman entre el desorden de trastos tirados. Caminos de ceniza que serpentean entre los templos de vidrio amueblados de cerveza tibia. Los cuerpos zombificados se levantan del pozo eterno de la resaca, alentados por la llamada muda que bombardea sus sienes.
Cuerpos destrozados, mentes enfermas, sólo quieren abandonar. Abandonar el nuestro mundo poco a poco, sin prisa, dejándose poseer por el cálido abrazo de ella: la Otra Dimensión. Allí, ajenos a Dios y sus malditos paraguas, pueden oir los lamentos y gritos de las risas esputadas entre arcadas de tonos semitonos graves que gimen vibratos y tosen trinos trémolos agudos ¡staccato!... Allí pueden oír las voces de aquellos que sólo existen aquí si son usados por las manos vivas de las mentes muertas. Entonces se vuelven tan insoportables los gritos, se acelera tanto la palpitación, desaparece la ilusión por nada, y los que caminan entre tú y yo toman conciencia de lo que realmente son: instrumentos.
Y sólo así se abrazan a las máquinas,
les hacen el amor,
las golpean con violencia,
pariendo una y otra vez
hasta el infinito
a la pequeña musa de la celebración.
Cuerpos destrozados, mentes enfermas, sólo quieren abandonar. Abandonar el nuestro mundo poco a poco, sin prisa, dejándose poseer por el cálido abrazo de ella: la Otra Dimensión. Allí, ajenos a Dios y sus malditos paraguas, pueden oir los lamentos y gritos de las risas esputadas entre arcadas de tonos semitonos graves que gimen vibratos y tosen trinos trémolos agudos ¡staccato!... Allí pueden oír las voces de aquellos que sólo existen aquí si son usados por las manos vivas de las mentes muertas. Entonces se vuelven tan insoportables los gritos, se acelera tanto la palpitación, desaparece la ilusión por nada, y los que caminan entre tú y yo toman conciencia de lo que realmente son: instrumentos.
Y sólo así se abrazan a las máquinas,
les hacen el amor,
las golpean con violencia,
pariendo una y otra vez
hasta el infinito
a la pequeña musa de la celebración.
Amacaballo Fat
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siglo xxi
miércoles, 28 de marzo de 2012
Hace apenas días
Hace apenas días murió mi padre,
hace apenas tanto.
Cayó sin peso,
como los párpados al llegar
la noche o una hoja
cuando el viento no arranca, acuna.
Hoy no es como otras lluvias
hoy llueve por vez primera
sobre el mármol de su tumba.
Bajo cada lluvia
podría ser yo quien yace, ahora lo sé,
ahora que he muerto en otro.
hace apenas tanto.
Cayó sin peso,
como los párpados al llegar
la noche o una hoja
cuando el viento no arranca, acuna.
Hoy no es como otras lluvias
hoy llueve por vez primera
sobre el mármol de su tumba.
Bajo cada lluvia
podría ser yo quien yace, ahora lo sé,
ahora que he muerto en otro.
Hugo Mujica
martes, 27 de marzo de 2012
Dino Campana revisa su biografía en el psiquiátrico de Castel Pulci
Servía para la química, para la química pura.
Pero preferí ser un vagabundo.
Vi el amor de mi madre en las tempestades del planeta.
Vi ojos sin cuerpo, ojos ingrávidos orbitando alrededor de mi lecho.
Decían que no estaba bien de la cabeza.
Tomé trenes y barcos, recorrí la tierra de los justos
en la hora más temprana y con la gente más humilde:
gitanos y feriantes.
Me despertaba temprano o no dormía. En la hora
en que la niebla aún no ha despejado
y los fantasmas guardianes del sueño avisan inútilmente.
Oí los avisos y las alertas pero no supe descifrarlos.
No iban dirigidos a mí sino a los que dormían,
pero no supe descifrarlos.
Palabras ininteligibles, gruñidos, gritos de dolor, lenguas
extranjeras oí adonde quiera que fuese.
Ejercí los oficios más bajos.
Recorrí la Argentina y toda Europa en la hora en que todos
duermen y los fantasmas guardianes del sueño aparecen.
Pero guardaban el sueño de los otros y no supe
descifrar sus mensajes urgentes.
Fragmentos tal vez sí, y por eso visité los manicomios
y las cárceles. Fragmentos,
sílabas quemantes.
No creí en la posteridad, aunque a veces
creí en la Quimera.
Servía para la química, para la química pura.
Pero preferí ser un vagabundo.
Vi el amor de mi madre en las tempestades del planeta.
Vi ojos sin cuerpo, ojos ingrávidos orbitando alrededor de mi lecho.
Decían que no estaba bien de la cabeza.
Tomé trenes y barcos, recorrí la tierra de los justos
en la hora más temprana y con la gente más humilde:
gitanos y feriantes.
Me despertaba temprano o no dormía. En la hora
en que la niebla aún no ha despejado
y los fantasmas guardianes del sueño avisan inútilmente.
Oí los avisos y las alertas pero no supe descifrarlos.
No iban dirigidos a mí sino a los que dormían,
pero no supe descifrarlos.
Palabras ininteligibles, gruñidos, gritos de dolor, lenguas
extranjeras oí adonde quiera que fuese.
Ejercí los oficios más bajos.
Recorrí la Argentina y toda Europa en la hora en que todos
duermen y los fantasmas guardianes del sueño aparecen.
Pero guardaban el sueño de los otros y no supe
descifrar sus mensajes urgentes.
Fragmentos tal vez sí, y por eso visité los manicomios
y las cárceles. Fragmentos,
sílabas quemantes.
No creí en la posteridad, aunque a veces
creí en la Quimera.
Servía para la química, para la química pura.
Roberto Bolaño
lunes, 26 de marzo de 2012
Una muerte
Con la muerte se le borró el acento. Se le apagó la voz, con la muerte se esfumaron sus palabras.
Con la muerte la vida enroscada en la carne blanca tornó en aire, soplando como brisa suave, navegando por casualidad con bocas extrañas.
Con la muerte el brillo de sus ojos se tiñó de aceite espeso, como el aire húmedo y pesado que queda dentro del ataud. Las estampas amarillas, tan fuertemente almacenadas, se vuelven polvo y arena prendidos en la toga de la pétrea mujer.
Con aquella muerte se borraba esa vida. Con esa muerte se enfriaba esta gélida sonrisa. Con esta muerte quedaba grabada aquella vida.
Con su muerte pasó a la atemporalidad, pasó a la eterna existencia. Con su muerte pasó a la inmortalidad.
Con la muerte la vida enroscada en la carne blanca tornó en aire, soplando como brisa suave, navegando por casualidad con bocas extrañas.
Con la muerte el brillo de sus ojos se tiñó de aceite espeso, como el aire húmedo y pesado que queda dentro del ataud. Las estampas amarillas, tan fuertemente almacenadas, se vuelven polvo y arena prendidos en la toga de la pétrea mujer.
Con aquella muerte se borraba esa vida. Con esa muerte se enfriaba esta gélida sonrisa. Con esta muerte quedaba grabada aquella vida.
Con su muerte pasó a la atemporalidad, pasó a la eterna existencia. Con su muerte pasó a la inmortalidad.
sábado, 24 de marzo de 2012
La calle del agujero en la media
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.
Yo conozco la música de un barracón de feria
barquitos en botellas y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.
Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el afiche apagado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.
¡Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazos tendidos!
-Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños dormidos-.
Tenía el resplandor de una felicidad
y veía mi rostro fijado en las vidrieras
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?
¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?
¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verduras con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento en primavera.
El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!
Esto es simple querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda
alegres en lo alto de una calle cualquiera.
Alegres las campanas como una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo
solo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto
y la mujer que amo con una boina azul.
Yo conozco la música de un barracón de feria
barquitos en botellas y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.
Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el afiche apagado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.
¡Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazos tendidos!
-Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños dormidos-.
Tenía el resplandor de una felicidad
y veía mi rostro fijado en las vidrieras
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?
¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?
¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verduras con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento en primavera.
El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!
Esto es simple querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda
alegres en lo alto de una calle cualquiera.
Alegres las campanas como una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo
solo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto
Raúl González Tuñón
viernes, 23 de marzo de 2012
El puente que volaba
No voy
a subir a ese puente a escribir nuestros nombres
-aunque haya trazado una letra
que amenaza con patalear furiosa-
en el rojo hierro y en la ardilla morada.
No voy
a decir verdades, solo mentiras verosímiles,
y ya mi sombra se suicida sucesivamente
y por enésima vez, desde el puente de alas,
con el paracaídas de mis ensoñaciones.
No voy
a ver florecer los cerezos esta primavera
aunque tenga las manos hambrientas
de pétalos infértiles de género no marcado
y sonrisa asfixiada.
No voy
a eyacular versos que mueran en el aire
sino a comprimirlos dentro de una fotografía
instánea-mente- eterna
porque sé que Cuenca los escuchará encantada.
a subir a ese puente a escribir nuestros nombres
-aunque haya trazado una letra
que amenaza con patalear furiosa-
en el rojo hierro y en la ardilla morada.
No voy
a decir verdades, solo mentiras verosímiles,
y ya mi sombra se suicida sucesivamente
y por enésima vez, desde el puente de alas,
con el paracaídas de mis ensoñaciones.
No voy
a ver florecer los cerezos esta primavera
aunque tenga las manos hambrientas
de pétalos infértiles de género no marcado
y sonrisa asfixiada.
No voy
a eyacular versos que mueran en el aire
sino a comprimirlos dentro de una fotografía
instánea-mente- eterna
porque sé que Cuenca los escuchará encantada.
Gema Palacios
jueves, 22 de marzo de 2012
Un lugar desafecto
Here is a place of disaffection
Penetraré la cueva
de bisonte y raíl riguroso,
la piedra decimal que nunca
conoce.
Soy urgente
y frágil, de alabastro.
Iré.
Iré al angosto
pasadizo sin dolor que habitan
y por la larga espalda de las sombras
sobre un viento de vidrio.
Cuentan todos por sueño
y el sueño tan aprisa
los párpados tramonta y se revuelve
sobre su huella... Turbios
como el temor o ciegos como el humo
inútilmente se preguntan.
Saben.
Pero no yo.
Quisiera
averiguar si aún el pacto antiguo
puede ser entendido, si allá arriba
en el fragor de torres,
de suplicada primavera -lejos
del muro que tallaron- vive.
Si todavía cuerpos
firmes sobre la muerte que no esperan,
si la sangre propuesta,
si un dios naciente, si el amor
como una fronda súbita en el cielo...
Oh bóveda, pregunto
si acaso es éste el tiempo convenido,
si el plazo que pusiste se consuma.
¿El doloroso vínculo nos ata
las sangres contagiosas y las frentes?
Trepida el mecanismo
dulce que de costumbre imaginaron.
Se funden
como un bosque
culpable, como un viento de sílice
se esparcen.
Cometemos un círculo que dura.
¿Mas quién impedirá que un tiempo corra
más ágil que otro tiempo?
La imprecisa figura repentina
se nutre de peligro.
Cambia
regresa
crece
medita las estrellas y las une.
Permanece posible sobre el cuerpo
común, sobre la roca originaria
en esta hora de partida.
Absorto
archipiélago extraño
improvisa un abismo transparente.
Basta volver la vista:
la soledad del árbol se propaga
y soy su presa singular.
Un hueco
cercado de silencio inviolable...
...es otra vez poema;
la palabra empezada prevalece
y mide el mundo sus instantes fuera.
Se oye llover sobre el metal marino
morir el agua sobre el agua viva.
Carlos Barral
miércoles, 21 de marzo de 2012
Epigrama
Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
Ernesto Cardenal
martes, 20 de marzo de 2012
Cuenta atrás
El mundo es una cuenta atrás,
no hay Dios,
mi único Dios soy yo,
soy yo.
sin embargo, yo sigo sólo,
yo sólo solo,
el mundo es una cuenta atrás,
empieza y acaba en el hospital
no hay Dios,
mi único Dios soy yo,
soy yo.
sin embargo, yo sigo sólo,
yo sólo solo,
el mundo es una cuenta atrás,
empieza y acaba en el hospital
lunes, 19 de marzo de 2012
A un olmo seco
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Antonio Machado
domingo, 18 de marzo de 2012
Espantapájaros I
No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.
Oliverio Girondo
sábado, 17 de marzo de 2012
(Quisiera sentir el tacto)
Quisiera sentir el tacto
de nuestros amaneceres.
Sentir como se eriza
cada vello de tu espalda
con cada caricia,
con cada roce
de mis labios descendentes
por la línea que ella traza.
Tener prisionero el movimiento
de mi ser
entre la cárcel
de tus caderas.
Bailar en vertical y horizontal
el baile del aliento,
(almaconcentrada)
exasperado,
aullante.
Julio Achútegui
viernes, 16 de marzo de 2012
Resurrección
La poesía entra en el sueño
como un buzo en un lago.
La poesía, más valiente que nadie,
entra y cae
a plomo
en un lago infinito como Loch Ness
o turbio e infausto como el lago Balatón.
Contempladla desde el fondo:
un buzo
inocente
envuelto en las plumas
de la voluntad.
La poesía entra en el sueño
como un buzo muerto
en el ojo de Dios.
como un buzo en un lago.
La poesía, más valiente que nadie,
entra y cae
a plomo
en un lago infinito como Loch Ness
o turbio e infausto como el lago Balatón.
Contempladla desde el fondo:
un buzo
inocente
envuelto en las plumas
de la voluntad.
La poesía entra en el sueño
como un buzo muerto
en el ojo de Dios.
Roberto Bolaño
jueves, 15 de marzo de 2012
Life vest under your seat
Señores pasajeros, buenas tardes
y Nueva York al fondo todavía,
delicadas las torres de Manhattan
con la luz sumergida de una muchacha triste,
buenas tardes, señores pasajeros,
mantendremos en vuelo doce mil pies de altura,
altos como su cuerpo en el pasillo
de la Universidad, una pregunta,
podría repetirme el título del libro,
cumpliendo normas internacionales,
las cuatro ventanillas de emergencia,
pero habrá que cenar, tal vez alguna copa,
casi vivir sin vínculo y sin límites,
modos de ver la noche y estar en los cristales
del alba regresando,
y muchas otras noches regresando
bajo edificios de temblor acuático,
a una velocidad de novecientos
kilómetros, te dije
que nunca resistí las despedidas,
al aeropuerto no,
prefiero tu recuerdo por mi casa,
apoyado en el piano del Bar Andalucía,
bajo el cielo violeta
de los amaneceres en Manhattan,
igual que dos desnudos en penumbra
con Nueva York al fondo, todavía
al aeropuerto no,
rogamos hagan uso
del cinturón, no fumen
hasta que despeguemos,
cuiden que estén derechos los respaldos,
me tienes que llamar, de sus asientos.
y Nueva York al fondo todavía,
delicadas las torres de Manhattan
con la luz sumergida de una muchacha triste,
buenas tardes, señores pasajeros,
mantendremos en vuelo doce mil pies de altura,
altos como su cuerpo en el pasillo
de la Universidad, una pregunta,
podría repetirme el título del libro,
cumpliendo normas internacionales,
las cuatro ventanillas de emergencia,
pero habrá que cenar, tal vez alguna copa,
casi vivir sin vínculo y sin límites,
modos de ver la noche y estar en los cristales
del alba regresando,
y muchas otras noches regresando
bajo edificios de temblor acuático,
a una velocidad de novecientos
kilómetros, te dije
que nunca resistí las despedidas,
al aeropuerto no,
prefiero tu recuerdo por mi casa,
apoyado en el piano del Bar Andalucía,
bajo el cielo violeta
de los amaneceres en Manhattan,
igual que dos desnudos en penumbra
con Nueva York al fondo, todavía
al aeropuerto no,
rogamos hagan uso
del cinturón, no fumen
hasta que despeguemos,
cuiden que estén derechos los respaldos,
me tienes que llamar, de sus asientos.
Luis García Montero
miércoles, 14 de marzo de 2012
Carta perdida
Superestructura
de mundial orden hada
frenética, obtusa
anclada en el lenguaje de la complejidad
sin aprehender
leguleyos maquinizan
engranan
dónde no hay sitio para un tú
para un yo
donde violada la intimidad
lengua original por ellos procesada
torna en ínfimos impulsos eléctricos
vagabundos de la red
ensuciados por mil ojos
la vigilia
ordena nuestro bien
no el tuyo
no mi bien
¡Oremos a la hiperestructura,
convirtámonos todos en un solo ser!
que no piensa
que no medita
que es... no
que va a ser
el futuro es el camino
única verdad absoluta
dogma del progreso
¡Oremos al hiperser!
eliminemo nuestro cáncer
el útimo ser pensante
que osó ser y escribir
sobre el papel
osó crear ideas
y dártelas a leer
¡funcionarios!
hijos de roboputas de a dólar
androides-mosca sin cerebro
por mucho que
la leáis
la extraviéis
la queméis
nnca llegaréis a entender
una bala en la cabeza
queda en vuestro haber
de mundial orden hada
frenética, obtusa
anclada en el lenguaje de la complejidad
sin aprehender
leguleyos maquinizan
engranan
dónde no hay sitio para un tú
para un yo
donde violada la intimidad
lengua original por ellos procesada
torna en ínfimos impulsos eléctricos
vagabundos de la red
ensuciados por mil ojos
la vigilia
ordena nuestro bien
no el tuyo
no mi bien
¡Oremos a la hiperestructura,
convirtámonos todos en un solo ser!
que no piensa
que no medita
que es... no
que va a ser
el futuro es el camino
única verdad absoluta
dogma del progreso
¡Oremos al hiperser!
eliminemo nuestro cáncer
el útimo ser pensante
que osó ser y escribir
sobre el papel
osó crear ideas
y dártelas a leer
¡funcionarios!
hijos de roboputas de a dólar
androides-mosca sin cerebro
por mucho que
la leáis
la extraviéis
la queméis
nnca llegaréis a entender
una bala en la cabeza
queda en vuestro haber
Amacaballo Fat
martes, 13 de marzo de 2012
Las almas de los viejos
En sus viejos cuerpos acabados
viven las almas de los ancianos.
Cuán tristes son las pobres
y qué hastiadas de la vida miserable que arrastran.
Cómo tiemblan de perderla y cuánto la aman
las desamparadas y contradictorias
almas, que viven -comicotrágicas-
bajo la vieja piel gastada.
viven las almas de los ancianos.
Cuán tristes son las pobres
y qué hastiadas de la vida miserable que arrastran.
Cómo tiemblan de perderla y cuánto la aman
las desamparadas y contradictorias
almas, que viven -comicotrágicas-
bajo la vieja piel gastada.
Constantino Cavafis
lunes, 12 de marzo de 2012
La trampa
Por aquel tiempo yo rehuía las escenas demasiado misteriosas.
Como los enfermos del estómago que evitan las comidas pesadas
Prefería quedarme en casa dilucidando algunas cuestiones
Referentes a la reproducción de las arañas,
Con cuyo objeto me recluía en el jardín
Y no aparecía en público hasta avanzadas horas de la noche;
O también en mangas de camisa, en actitud desafiante,
Solía lanzar iracundas miradas a la luna
Procurando evitar esos pensamientos atrabiliarios
Que se pegan como pólipos al alma humana.
En la soledad poseía un dominio absoluto sobre mí mismo,
Iba de un lado a otro con plena conciencia de mis actos
O me tendía entre las tablas de la bodega
A soñar, a idear mecanismos, a resolver pequeños problemas de emergencia.
Aquellos eran los momentos en que ponía en práctica mi célebre método
Como los enfermos del estómago que evitan las comidas pesadas
Prefería quedarme en casa dilucidando algunas cuestiones
Referentes a la reproducción de las arañas,
Con cuyo objeto me recluía en el jardín
Y no aparecía en público hasta avanzadas horas de la noche;
O también en mangas de camisa, en actitud desafiante,
Solía lanzar iracundas miradas a la luna
Procurando evitar esos pensamientos atrabiliarios
Que se pegan como pólipos al alma humana.
En la soledad poseía un dominio absoluto sobre mí mismo,
Iba de un lado a otro con plena conciencia de mis actos
O me tendía entre las tablas de la bodega
A soñar, a idear mecanismos, a resolver pequeños problemas de emergencia.
Aquellos eran los momentos en que ponía en práctica mi célebre método
[onírico,
Que consiste en violentarse a sí mismo y soñar lo que se desea,
En promover escenas preparadas de antemano con participación del más allá.
De este modo lograba obtener informaciones preciosas
Referentes a una serie de dudas que aquejan al ser:
Viajes al extranjero, confusiones eróticas, complejos religiosos.
Pero todas las precauciones eran pocas
Puesto que por razones difíciles de precisar
Comenzaba a deslizarme automáticamente por una especie de plano
Que consiste en violentarse a sí mismo y soñar lo que se desea,
En promover escenas preparadas de antemano con participación del más allá.
De este modo lograba obtener informaciones preciosas
Referentes a una serie de dudas que aquejan al ser:
Viajes al extranjero, confusiones eróticas, complejos religiosos.
Pero todas las precauciones eran pocas
Puesto que por razones difíciles de precisar
Comenzaba a deslizarme automáticamente por una especie de plano
[inclinado,
Como un globo que se desinfla mi alma perdía altura,
El instinto de conservación dejaba de funcionar
Y privado de mis prejuicios más esenciales
Caía fatalmente en la trampa del teléfono
Que como un abismo atrae a los objetos que lo rodean
Y con manos trémulas marcaba ese número maldito
Que aún suelo repetir automáticamente mientras duermo.
De incertidumbre y de miseria eran aquellos segundos
Es que yo, como un esqueleto de pie delante de esa mesa del infierno
Cubierta de una cretona amarilla,
Esperaba una respuesta desde el otro extremo del mundo,
La otra mitad de mi ser prisionera en un hoyo.
Esos ruidos entrecortados del teléfono
Producían en mí el efecto de las máquinas perforadoras de los dentistas,
Se incrustaban en mi alma como agujas lanzadas desde lo alto
Hasta que, llegado el momento preciso,
Comenzaba a transpirar y a tartamudear febrilmente.
Mi lengua parecida a un beefsteak de ternera
Se interponía entre mi ser y mi interlocutora
Como esas cortinas negras que nos separan de los muertos.
Yo no deseaba sostener esas conversaciones demasiado íntimas
Que, sin embargo, yo mismo provocaba en forma torpe
Con mi voz anhelante, cargada de electricidad.
Sentirme llamado por mi nombre de pila
En ese tono de familiaridad forzada
Me producía malestares difusos,
Perturbaciones locales de angustia que yo procuraba conjurar
A través de un método rápido de preguntas y respuestas
Creando en ella un estado de efervescencia pseudoerótico
Que a la postre venía a repercutir en mí mismo
Bajo la forma de incipientes erecciones y de una sensación de fracaso.
Entonces me reía a la fuerza cayendo después en un estado de postración
Como un globo que se desinfla mi alma perdía altura,
El instinto de conservación dejaba de funcionar
Y privado de mis prejuicios más esenciales
Caía fatalmente en la trampa del teléfono
Que como un abismo atrae a los objetos que lo rodean
Y con manos trémulas marcaba ese número maldito
Que aún suelo repetir automáticamente mientras duermo.
De incertidumbre y de miseria eran aquellos segundos
Es que yo, como un esqueleto de pie delante de esa mesa del infierno
Cubierta de una cretona amarilla,
Esperaba una respuesta desde el otro extremo del mundo,
La otra mitad de mi ser prisionera en un hoyo.
Esos ruidos entrecortados del teléfono
Producían en mí el efecto de las máquinas perforadoras de los dentistas,
Se incrustaban en mi alma como agujas lanzadas desde lo alto
Hasta que, llegado el momento preciso,
Comenzaba a transpirar y a tartamudear febrilmente.
Mi lengua parecida a un beefsteak de ternera
Se interponía entre mi ser y mi interlocutora
Como esas cortinas negras que nos separan de los muertos.
Yo no deseaba sostener esas conversaciones demasiado íntimas
Que, sin embargo, yo mismo provocaba en forma torpe
Con mi voz anhelante, cargada de electricidad.
Sentirme llamado por mi nombre de pila
En ese tono de familiaridad forzada
Me producía malestares difusos,
Perturbaciones locales de angustia que yo procuraba conjurar
A través de un método rápido de preguntas y respuestas
Creando en ella un estado de efervescencia pseudoerótico
Que a la postre venía a repercutir en mí mismo
Bajo la forma de incipientes erecciones y de una sensación de fracaso.
Entonces me reía a la fuerza cayendo después en un estado de postración
[mental.
Aquellas charlas absurdas se prolongaban algunas horas
Hasta que la dueña de la pensión aparecía detrás del biombo
Interrumpiendo bruscamente aquel idilio estúpido,
Aquellas contorsiones de postulante al cielo
Y aquellas catástrofes tan deprimentes para mi espíritu
Que no terminaban completamente con colgar el teléfono
Ya que, por lo general, quedábamos comprometidos
A vernos al día siguiente en una fuente de soda
O en la puerta de una iglesia de cuyo nombre no quiero acordarme.
Aquellas charlas absurdas se prolongaban algunas horas
Hasta que la dueña de la pensión aparecía detrás del biombo
Interrumpiendo bruscamente aquel idilio estúpido,
Aquellas contorsiones de postulante al cielo
Y aquellas catástrofes tan deprimentes para mi espíritu
Que no terminaban completamente con colgar el teléfono
Ya que, por lo general, quedábamos comprometidos
A vernos al día siguiente en una fuente de soda
O en la puerta de una iglesia de cuyo nombre no quiero acordarme.
domingo, 11 de marzo de 2012
Negras nubes
Negras nubes son los cielos,
brillantes gotas hasta el suelo,
claros ojos de un sueño,
blancas olas contra el viento.
Fruto de un sueño de Proteo,
inspiración divina de Tintoretto,
fiero timón del mar sereno,
angelical reflejo del rojo fuego.
Coloquio entre ciencia y arte,
unión entre el mar y el monte,
bosque de olas en Santander.
Armonia in piazza San Marco,
il giorni per la notte,
lei vola libero, lei vola alto…
brillantes gotas hasta el suelo,
claros ojos de un sueño,
blancas olas contra el viento.
Fruto de un sueño de Proteo,
inspiración divina de Tintoretto,
fiero timón del mar sereno,
angelical reflejo del rojo fuego.
Coloquio entre ciencia y arte,
unión entre el mar y el monte,
bosque de olas en Santander.
Armonia in piazza San Marco,
il giorni per la notte,
lei vola libero, lei vola alto…
sábado, 10 de marzo de 2012
Oda con un lamento
Oh niña entre las rosas, oh presión de palomas,
oh presidio de peces y rosales,
tu alma es una botella llena de sal sedienta
y una campana llena de uvas es tu piel.
Por desgracia no tengo para darte sino uñas
o pestañas, o pianos derretidos,
o sueños que salen de mi corazón a borbotones,
polvorientos sueños que corren como jinetes negros,
sueños llenos de velocidades y desgracias.
Sólo puedo quererte con besos y amapolas,
con guirnaldas mojadas por la lluvia,
mirando cenicientos caballos y perros amarillos.
Sólo puedo quererte con olas a la espalda,
entre vagos golpes de azufre y aguas ensimismadas,
nadando en contra de los cementerios que corren en ciertos ríos
con pasto mojado creciendo sobre las tristes tumbas de yeso,
nadando a través de corazones sumergidos
y pálidas planillas de niños insepultos.
Hay mucha muerte, muchos acontecimientos funerarios
en mis desamparadas pasiones y desolados besos,
hay el agua que cae en mi cabeza,
mientras crece mi pelo,
un agua como el tiempo, un agua negra desencadenada,
con una voz nocturna, con un grito
de pájaro en la lluvia, con una interminable
sombra de ala mojada que protege mis huesos:
mientras me visto, mientras
interminablemente me miro en los espejps y en los vidrios,
oigo que alguien me sigue llamádome a sollozos
con una triste voz podrida por el tiempo.
Tú estás de pie sobre la tierra, llena
de dientes y relámpagos.
Tú propagas los besos y matas las hormigas.
Tú lloras de salud, de cebolla, de abeja,
de abecedario ardiendo.
Tú eres como una espada azul y verde
y ondulas al tocarte, como un río.
Ven a mi alma vestida de blanco, con un ramo
de ensangretadas rosas y copas de cenizas,
ven con una manzana y un caballo,
porque allí hay una sala oscura y un candelabro roto,
unas sillas torcidas que esperan el invierno,
y una paloma muerta, con un número.
oh presidio de peces y rosales,
tu alma es una botella llena de sal sedienta
y una campana llena de uvas es tu piel.
Por desgracia no tengo para darte sino uñas
o pestañas, o pianos derretidos,
o sueños que salen de mi corazón a borbotones,
polvorientos sueños que corren como jinetes negros,
sueños llenos de velocidades y desgracias.
Sólo puedo quererte con besos y amapolas,
con guirnaldas mojadas por la lluvia,
mirando cenicientos caballos y perros amarillos.
Sólo puedo quererte con olas a la espalda,
entre vagos golpes de azufre y aguas ensimismadas,
nadando en contra de los cementerios que corren en ciertos ríos
con pasto mojado creciendo sobre las tristes tumbas de yeso,
nadando a través de corazones sumergidos
y pálidas planillas de niños insepultos.
Hay mucha muerte, muchos acontecimientos funerarios
en mis desamparadas pasiones y desolados besos,
hay el agua que cae en mi cabeza,
mientras crece mi pelo,
un agua como el tiempo, un agua negra desencadenada,
con una voz nocturna, con un grito
de pájaro en la lluvia, con una interminable
sombra de ala mojada que protege mis huesos:
mientras me visto, mientras
interminablemente me miro en los espejps y en los vidrios,
oigo que alguien me sigue llamádome a sollozos
con una triste voz podrida por el tiempo.
Tú estás de pie sobre la tierra, llena
de dientes y relámpagos.
Tú propagas los besos y matas las hormigas.
Tú lloras de salud, de cebolla, de abeja,
de abecedario ardiendo.
Tú eres como una espada azul y verde
y ondulas al tocarte, como un río.
Ven a mi alma vestida de blanco, con un ramo
de ensangretadas rosas y copas de cenizas,
ven con una manzana y un caballo,
porque allí hay una sala oscura y un candelabro roto,
unas sillas torcidas que esperan el invierno,
y una paloma muerta, con un número.
Pablo Neruda
viernes, 9 de marzo de 2012
Encierro y comunión
4. El único poema sublime es aquel que no es concebido para entregarse, El Que Permanece Secreto. [Risa de Schrödinger].
5. Entonces, si publicamos un poema, éste deja de ser sublime.
6. Los escritores bárbaros podemos hacer cosas inmorales, pero jamás haremos nada ilegal.
6. Los escritores bárbaros podemos hacer cosas inmorales, pero jamás haremos nada ilegal.
3. La verdad (engañémonos) es que lo sublime nos interesa bastante poco.
2. Devoramos cuerpos en galería de espejos. Razón: los escritores bárbaros.
1. IMPORTANTE: se admiten cadáveres.
Zero. Sólo se admiten cadáveres.
Criterios de edición y organización
1. Denotaremos todos los poemas o relatos que carezcan de título por el primer verso o frase de los mismos entre paréntesis. A no ser que la frase o verso en cuestión sea muy largo; en ese caso utilizaremos sólo parte del mismo y puntos suspensivos.
2. En la búsqueda por siglo, si un poeta no ha sido claramente ubicado por los historiadores en un siglo concreto, esto es, si se le considera de los siglos IX - XI, por ejemplo, se considerará que pertenece a todos esos siglos, en este caso nueve, diez y once, y aparecerá en las tres listas.
(Sustituyen manantiales)
Sustituyen manantiales
por grifos;
agua gélida
por agua templada;
el bautismo del espíritu
por la aceleración y la prisa
Vivimos entre ladrillos
y no entre aire
Árboles muertos nos rodean
tomando la forma de lo práctico
y no vivos, batientes
altivos que se compadecen
de nuestros pobres cuerpos;
pequeños, insignificantes
trepando por la roca
las débiles uñas raspando la superficie
de esa inmutable permanencia
que supone el Buda
los Budas
que observan
y no se inquietan
ante el rechinante mundo
cambiante
y reluciente
por grifos;
agua gélida
por agua templada;
el bautismo del espíritu
por la aceleración y la prisa
Vivimos entre ladrillos
y no entre aire
Árboles muertos nos rodean
tomando la forma de lo práctico
y no vivos, batientes
altivos que se compadecen
de nuestros pobres cuerpos;
pequeños, insignificantes
trepando por la roca
las débiles uñas raspando la superficie
de esa inmutable permanencia
que supone el Buda
los Budas
que observan
y no se inquietan
ante el rechinante mundo
cambiante
y reluciente
jueves, 8 de marzo de 2012
Soneto adjetivo (Autorretrato de 1946)
Mi rostro es muy delgado y es borroso.
Con una extravagancia poco amable
forja su sueño largo y censurable
bajo el pelo rebelde y andrajoso.
Es flaca y desgarbada mi figura
pintada cuando Dios imitó al Greco
para hacerme nacer largo y enteco,
breve de pecho y amplio de amargura.
La espalda se me curva aunque yo quiera
alzarme con violencia en cataclismo
de huesos para hacer mi primavera.
Con una extravagancia poco amable
forja su sueño largo y censurable
bajo el pelo rebelde y andrajoso.
Es flaca y desgarbada mi figura
pintada cuando Dios imitó al Greco
para hacerme nacer largo y enteco,
breve de pecho y amplio de amargura.
La espalda se me curva aunque yo quiera
alzarme con violencia en cataclismo
de huesos para hacer mi primavera.
Y después de la fe y el misticismo
paso al triste retrete de tercera
y meditando orino en el abismo.
paso al triste retrete de tercera
y meditando orino en el abismo.
Alfonso Sastre
miércoles, 7 de marzo de 2012
A Gonzalo
A Gonzalo Torrente Malvido
a tus cuentos
a tus poemas
a tu sangre
por hacerme comprender
que en el fin del mundo todo será silencio
no porque no vaya a haber labios que hablen
sino porque no quedarán oídos que los puedan escuchar.
Ahora que me elevo mientras me hundo en la miseria
en una tierra en que mi voz
es un limo nauseabundo
un ritmo espeso
donde los pobres me odian
y yo odio a los ricos
donde cincelo inútilmente el tiempo
en los Templos del Silencio
para evadir
al menos un minuto más
y yo odio a los ricos
donde cincelo inútilmente el tiempo
en los Templos del Silencio
para evadir
al menos un minuto más
mi lecho que ahora
Gonzalo
ahora que te has ido sé que
es
—como todos los lechos―
un sepulcro
Gonzalo
ahora que te has ido sé que
es
—como todos los lechos―
un sepulcro
seductor
sí
sí
pero insaciable.
Sólo ahora.
Sólo ahora que los hombres buenos se esconden de mi hedor
y los miserables
—como yo—
Sólo ahora.
Sólo ahora que los hombres buenos se esconden de mi hedor
y los miserables
—como yo—
se refugian en él
entiendo lo que custodiaban aquellos dos garabatos blancos
como el hueso viejo
que impedían el paso a tu frente y
que tú me dejaste apartar.
entiendo lo que custodiaban aquellos dos garabatos blancos
como el hueso viejo
que impedían el paso a tu frente y
que tú me dejaste apartar.
Seguiré caminando, Gonga
tallando los rubíes de la mentira
porque aún te veo
en las piedras silenciosas
en los pumas de obsidiana
en el cóndor vigilante
y en el áspid subterráneo
y porque
—como tantos ecos repiten—
aún te oigo
en el repicar de cada cigarrillo
en la barra de cada bar
recitando
a la exida de Vivar...
aunque eso
amigo mío
no me arranca la tarántula de los ojos
yo
quiero que tú
que tú me veas
que tú me escuches
y acunes mi calavera.
Por el camino que seguiste
—y que yo no puedo recorrer.
Estoy aquí encerrado—
cómo pude esperar que no alcanzases los palacios de la sabiduría...
Viajaré hasta las salas del Castigo
a olisquear en nuestra covacha
—a la que llamábamos eternidad—
cuando ya tus restos viajen
rumbo a Ítaca
o a Egipto
o a Polonia
y desde Salamanca
te ofrendaré mis labios rotos
y el secreto manuscrito que te debo
y tú me retornarás a cambio
Gonzalo
amigo mío
nuestros cuentos restañados al borde del abismo
y nuestras mil
y una conversaciones.
a la exida de Vivar...
aunque eso
amigo mío
no me arranca la tarántula de los ojos
yo
quiero que tú
que tú me veas
que tú me escuches
y acunes mi calavera.
Por el camino que seguiste
—y que yo no puedo recorrer.
Estoy aquí encerrado—
cómo pude esperar que no alcanzases los palacios de la sabiduría...
Viajaré hasta las salas del Castigo
a olisquear en nuestra covacha
—a la que llamábamos eternidad—
cuando ya tus restos viajen
rumbo a Ítaca
o a Egipto
o a Polonia
y desde Salamanca
te ofrendaré mis labios rotos
y el secreto manuscrito que te debo
y tú me retornarás a cambio
Gonzalo
amigo mío
nuestros cuentos restañados al borde del abismo
y nuestras mil
y una conversaciones.
Santa Cruz, Bolivia, 4 de enero de 2012.
martes, 6 de marzo de 2012
Pies hermosos
La mujer que tiene los pies hermosos
nunca podrá ser fea
mansa suele subirle la belleza
por tobillos pantorrillas y muslos
demorarse en el pubis
que siempre ha estado más alla de todo canon
rodear el ombligo como a uno de esos timbres
que si se les presiona tocan Para Elisa
reivindicar los lúbricos pezones a la espera
entreabrir los labios sin pronunciar saliva
y dejarse querer por los ojos espejo
la mujer que tiene los pies hermosos
sabe vagabundear por la tristeza.
nunca podrá ser fea
mansa suele subirle la belleza
por tobillos pantorrillas y muslos
demorarse en el pubis
que siempre ha estado más alla de todo canon
rodear el ombligo como a uno de esos timbres
que si se les presiona tocan Para Elisa
reivindicar los lúbricos pezones a la espera
entreabrir los labios sin pronunciar saliva
y dejarse querer por los ojos espejo
la mujer que tiene los pies hermosos
sabe vagabundear por la tristeza.
Mario Benedetti
lunes, 5 de marzo de 2012
La tierra
De tierra y mar, de fuego y sombra pura,
esta rosa redonda, reclinada
en el espacio, rosa volteada
por las manos de Dios, ¡cómo procura
sostenernos en pie y en hermosura
de cielo abierto, oh inmortalizada
luz de la muerte hiriendo nuestra nada!
La Tierra: girasol; poma madura.
Pero viene un mal viento, un golpe frío
de las manos de Dios, y nos derriba.
Y el hombre, que era un árbol, ya es un río.
Un río echado, sin rumor, vacío,
mientras la tierra sigue a la deriva,
¡oh Capitán, oh Capitán, Dios mío!
esta rosa redonda, reclinada
en el espacio, rosa volteada
por las manos de Dios, ¡cómo procura
sostenernos en pie y en hermosura
de cielo abierto, oh inmortalizada
luz de la muerte hiriendo nuestra nada!
La Tierra: girasol; poma madura.
Pero viene un mal viento, un golpe frío
de las manos de Dios, y nos derriba.
Y el hombre, que era un árbol, ya es un río.
Un río echado, sin rumor, vacío,
mientras la tierra sigue a la deriva,
¡oh Capitán, oh Capitán, Dios mío!
Blas de Otero
domingo, 4 de marzo de 2012
Romance de la Guardia Civil Española
A Juan Guerrero,
cónsul general de la poesía
Los caballos negros son.Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.
¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas se conserva.
¡Oh ciudad de los gitanos!
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.
Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche,
noche, que noche nochera.
La Virgen y San José
perdieron sus castañuelas,
y buscan a los gitanos
para ver si las encuentran.
La Virgen viene vestida
con un traje de alcaldesa,
de papel de chocolate
con los collares de almendras.
San José mueve los brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por Jerez de la Frontera.
¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar,
sin peines para sus crenchas.
Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo se les antoja
una vitrina de espuelas.
La ciudad, libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entraron a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás fugaces
remolinos de tijeras.
En el portal de Belén
los gitanos se congregan.
San José, lleno de heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la guardia civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas;
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la tierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.
¡Oh ciudad de los gitanos!
La guardia civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.
Federico García Lorca
sábado, 3 de marzo de 2012
Gonzalo
Cara de ave de paso, de presa, sin corral
grumete, capitán y polizón
de una flota de cuentos que flotan
ligón impenitente
escritor en capilla
buscador de diamantes bajo faldas tableadas
agente secreto de un tal Conrad
embajador de Stevenson
infante de Discépolo
prisionero de Borges…
Si le apetece,
Gonzalo,
el malvado Malvido
engaña a su única mujer
su eterna novia
la que más ha querido
una tal Literatura,
grumete, capitán y polizón
de una flota de cuentos que flotan
ligón impenitente
escritor en capilla
buscador de diamantes bajo faldas tableadas
agente secreto de un tal Conrad
embajador de Stevenson
infante de Discépolo
prisionero de Borges…
Si le apetece,
Gonzalo,
el malvado Malvido
engaña a su única mujer
su eterna novia
la que más ha querido
una tal Literatura,
rubia de bote
y se desliza
y se desliza
por una bossa nova
capaz de sacudir el tanga
a la mulata de culo más leído.
Pero luego volverá
a meterle mano a la novela
a desayunar con cava y cenar con colacao
persiguiendo muchachas y relatos
cabeza gacha
capaz de sacudir el tanga
a la mulata de culo más leído.
Pero luego volverá
a meterle mano a la novela
a desayunar con cava y cenar con colacao
persiguiendo muchachas y relatos
cabeza gacha
pecador irredento
sin el menor pudor
sin sombra de recato
porque Gonzalo sabe
y siempre supo
que la vida es
y siempre supo
que la vida es
puro cuento.
Carlos Salem
viernes, 2 de marzo de 2012
Piedra negra sobre una piedra blanca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
jueves, 1 de marzo de 2012
El ajedrez
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
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