esta rosa redonda, reclinada
en el espacio, rosa volteada
por las manos de Dios, ¡cómo procura
sostenernos en pie y en hermosura
de cielo abierto, oh inmortalizada
luz de la muerte hiriendo nuestra nada!
La Tierra: girasol; poma madura.
Pero viene un mal viento, un golpe frío
de las manos de Dios, y nos derriba.
Y el hombre, que era un árbol, ya es un río.
Un río echado, sin rumor, vacío,
mientras la tierra sigue a la deriva,
¡oh Capitán, oh Capitán, Dios mío!
Blas de Otero
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