Sin embargo nunca oía
llegar mi mano atravesando
las dos mil capas de aire
que separaban mi nuca
de su nalga,
yo a veces creo que lo ignoraba
(quiero
decir que prefería no escucharlo)
o que disfrutaba con la cerrazón
sexual que suspendía cada tempo
que
estallaba,
como si no saber fuera mejor que
hacerlo
o como si
los surcos de mis dedos fueran
más
profundos por inesperados,
y una marea de algas que
llega
pero nunca toca.
Cuatro paredes pueden ser muchas
para encerrar dos cuerpos,
dos cuerpos son el limbo
en que ciegos enjambres se
cruzan.
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