Amo la sencillez que brota de tus labios,
manantial de vida. Fuente de deseo.
Lo noto. Me embelesa, es la melodía de
tus susurros
capaz de trasportarme al lugar menos
soñado por nadie,
nadie cuerdo quiere fluir por ese chorro
de voz tan tenue.
Lo noto. Me enloquece, poco a poco,
despiertan mis deseos,
se elevan en este aire impregnado por tu
olor. Me delatan.
Te miro fijamente y respondes lanzando
una mirada ávida,
un torrente de sensaciones convergen a
pocos centímetros de distancia.
Dejamos que nuestras miradas debatan este
gran dilema.
Lo noto. Me seduce tu misterio,
ese aire de inocencia que esconde el
delirio,
que atrapa mi sensatez, la hace
prisionera
liberando la locura, con claros indicios
de cometer un crimen
atentando contra tu piel.
Lo noto. El silencio, germen de la
inspiración más fascinante,
génesis del beso. Lienzo en blanco sobre
el que dibujas
un alarido interior que desvela una sed
voraz que temes no saciar.
Un amago de paraíso incierto, que
difumina el tiempo,
que, sin querer, se esfuma.
Con que facilidad pasa la vida, el tiempo
vuela,
el amor se oxida. Las miradas pierden
brillo, el deseo se apaga.
La fatalidad existe, si no avivamos la
llama.
Complicamos lo sencillo para
entretenernos mientras esperamos a la muerte,
inventando laberintos para perdernos.
Más tarde nos encontramos y ya no somos
los mismos.
Evolución y destrucción caminan juntos de
la mano,
mientras crece el estúpido odio
destruimos al amor,
así somos los humanos.
Luego nos lamentamos y nos perdemos en
los bares;
dulce consuelo donde fácil es perderse.
Nos alejamos de la esencia de lo que somos
por miedo,
y luego el miedo surge cuando al mirar
atrás ya no vemos nuestras huellas.
¿quién somos?
Se acerca el pánico de vernos solos…
La vida no espera.
Somos el ahora, el presente, que nos
inunda con dudas y deseos,
haciéndonos del minuto esclavos,
de este tren extraños pasajeros…
Andrea Espada
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