pero no se movía una hoja en el bosque;
criaturas oscuras reptaban en silencio,
y allí estaban las sombras día y noche.
El viento bajaba de las montañas frías,
y como una marea rugía, y rodaba,
la rama crujía, el bosque gemía
y allí se amontonaba la hojarasca.
El viento resoplaba viniendo del oeste,
y todo movimiento terminó en la floresta,
pero ásperas y roncas cruzando los pantanos,
las voces sibilantes al fin se liberaron.
Las hierbas sisearon con las flores dobladas;
los juncos golpetearon. Los vientos avanzaban
sobre un estanque trémulo bajo cielos helados,
rasgando y dispersando las nubes rápidas.
Pasando por encima del cubil del Dragón,
dejó atrás la Montaña solitaria y desnuda;
había allí unas piedras oscuras y compactas,
y en el aire flotaba una bruma.
El mundo abandonó, y se elevó volando
sobre una noche amplia de mareas.
La luna navegó sobre los vientos
y avivó el resplandor de las estrellas.
John Ronald Reuel Tolkien
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