una imagen sublime de este mundo”;
eso escribió Max Planck, genio inocente.
¿Pero acaso hay razones sin afecto,
pureza sin caprichos,
imagen sin temblores?
Lo curioso es que el físico en su ensayo
la primera palabra que pronuncia
no es evidencia, ley ni hecho:
la primera palabra es entusiasmo.
(Cuando nombro tu cuerpo
no es la urdimbre de músculos radiantes,
de sangre revoltosa y de nervios veloces
lo que digo, artesana; aunque también
la física intervenga en la manera
que tenemos de hablarnos al oído:
la energía del nombre se transmite,
el tacto cobra fuerza y aumenta lo probable.)
Y a ti, Max Planck, que amabas la entropía,
¿qué misterioso impulso de poleas
te empujó a cruzar cartas con un tal señor Sommerfeld
y a intercambiar poemitas como aquel de la flor
que corona tu libro sobre ciencia?
Andrés Neuman
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