Hasta que por los bordes se derrame,
Y un vaso inmenso y corpulento dame
Que el supremo licor no encierre escaso.
Deja que afuera, por siniestro caso,
En son medroso la tormenta brame,
Y el peregrino a nuestra puerta llame,
Treguas cediendo al fatigado paso.
Deja que espere, o desespere, o pase;
Deja que el recio vendaval, sin tino,
Con rauda inundación tale o arrase;
Que si viaja con agua el peregrino,
A mí, con tu perdón, cambiando frase,
No me acomoda caminar sin vino.
José Zorrilla
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