Voy caminando por el sendero,
las hojas muertas caen a mis pies,
forman montones en el lindero,
se oye el balido de algún cordero
y entre las rocas hay un ciempiés.
Es el otoño que está llegando
y que penetra de forma queda,
por el camino voy admirando
como los verdes se van cambiando
al color ocre por la arboleda.
En los frutales no queda nada,
frutos y bayas se terminaron,
solo en el fondo de una cañada
quedaron secas tras la riada
algunas parras que se agostaron.
Otras conservan casi maduro,
las uvas tintas entre sus ramas,
todo el follaje levanta un muro
y por la tarde al claroscuro
en una charca croan las ranas.
Mientras camino voy admirando
la gran belleza de la arboleda,
varias alondras pasan volando
y los pardales están cantando
en el cobijo de la alameda.
Sobre los cielos pasan volando
de golondrinas grandes bandadas,
aves viajeras que van marchando,
con sus trisares van avisando
a las que quedan más rezagadas.
Se va sintiendo como el relente
entre los huesos va penetrando.
Entra el otoño tan de repente
que por las tardes solo se siente
como las aves pasan volando.
Es el momento de abandonarnos
de emprender viaje a otros lugares
y cuando vuelvan a visitarnos
volverán todas a saludarnos
como hacen siempre con sus trinares.
Fernando Ríos
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