(Dedicada a mi sobrino Ramón Ríos)
Sus manos son alondras que las mueve
al compás de una música nace
y son gotas de lluvia o copos de nieve
al moverlas tan bien como él lo hace.
Trae un bastón sujeto entre las manos.
Lo venda en un papel y prende fuego,
cuando todos pendientes de él estamos
desaparece sin más, igual que un juego.
Si maneja una vela que ha encendido
se desatan sus artes de gran brujo
y sin ver de donde habrán salido
dos tórtolas nos ganan con su embrujo.
Una caja, las espadas, la mujer,
un enjambre constante de miradas
queriendo descubrir, queriendo ver
como se clavaran allí tantas espadas.
Entra nuestra mujer en esa caja.
Las espadas se clavan una a una.
¿Será para la dama una mortaja?
¿O tan solo será como una cuna?
¡Expectante; la gente ni respira!
¡Están como embrujados por la espera!
El mago; retira las espadas y las tira
clavándose en el suelo de madera.
¡Abre de par en par aquella puerta!
¡El público nervioso está esperando!
¡Hay gente que cree que saldrá muerta!
¡Pero ella sale viva y saludando!
La magia ha conseguido este milagro
poniendo para ello de su parte
la mente magnifica de un mago
y el magnifico embrujo de su arte.
La gente prorrumpe en ovaciones.
El tetro estalla de contento.
Se suelen escuchar exclamaciones
al proclamar que el mago es un portento.
Un número a comentar
es; “El Castillo Encantado”,
en él se le ve llegar
con un gesto controlado.
Al entrar al escenario
cuelga su capa y chistera,
del bastón por el contrario
sale; una tórtola parlera.
Enciende muy, muy despacio
el pabilo de una vela,
ésta recorre un espacio
y enciende otra nueva vela.
Luego se sienta a mirar
el cuadro de una mujer,
como queriendo esperar
que ella se llegue mover.
¡Hace un gesto imperceptible!
¡Hay en su mano un collar!
¡Parece algo imposible!
¡Al cuadro lo va ha lanzar!
¡Lanza el collar hacia el cuadro!
¡Al cuello con suma gracia
se cuelga con gran descaro
como por arte de magia!
De un bolso, por ilusión
sale un precioso vestido,
lo estira sobre un sillón
sin que haya nadie metido.
Cogiendo después un manto
cubre el sillón y el vestido
y aparece por encanto
la mujer en el metido.
Es la mujer que esperaba.
La que pensó que vendría.
Esa con la que soñaba
y en el cuadro se veía.
Es la magia, la ilusión,
el encanto y fantasía,
la insuperable pasión
que aquel mago desprendía.
Hay muchas más actuaciones
que aquí no voy a explicar,
sobran las explicaciones
ya que no os quiero cansar.
Si quieres ver la belleza
de esta hermosa ilusión
acude a ver con presteza
al gran Mago RIVERSSON.
Fernando Rios
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