domingo, 2 de noviembre de 2014

Ducha y adiós



Para Yehudi Ramírez


La brisa entra por esta ventana.



Sobre la mesa

el trago de ron

que no pudiste acabar

mientras decís,

                        apresuradamente,

que debés trabajar el turno de las ocho.



Me he pasado la tarde

pensando en tu espalda como

en la cuenca más llena de atunes,

porque siempre me han gustado

las bocas azules que saltan y muerden

a la menor insinuación del tacto.

Me ha gustado siempre

el intenso oleaje

que producen tus piernas / en la bañera.



La brisa entra por la ventana

y son ya casi las siete y cuarto.



Me decís que te vas a bañar

                                   y a vestir.



Pienso que debo acompañarte

por deber o por costumbre,

pero te vas al baño

y yo aun no me levanto de la cama.



El agua suena como venida desde

adentro de nosotros

y pienso que deben ser

esos peces que te cubren el cuerpo

cuando te salta el agua encima.



La llave da vuelta con un chirrido

y ya no se oye más el

eco subterráneo en la bañera.

(Si acaso,

una gota o dos

                        desde el tobillo,

por el aire,

hasta la tina).



Te vestís adentro / y al salir,

ya precipitadamente,

decís adiós con un gesto

de la mano.



Veo que llevás el pelo casi seco.



Antes,

solías llegar tarde.



Alexander Obando

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