A un colibrí
Dos cuerpos que se pliegan sobre el otro.
Tu presencia. Te huelo y siento. Escarbas.
Ver que estás pero no, que anidas mi ingle
con tu tarde confusa, a la vez marchas
deambulando un plano que no irrigan
mis arterias, por más que palpe y nada,
entre tus cauces, llenos de un latido
que asusta y ya eres otra. Ciega náusea
te vierten los manglares de tu cuerpo,
vértigo el turbio aleph de tus entrañas,
tu jauría de caos que no redime
ni un laberinto de amor. Te desangras
por los ojos soldados en la súplica
(¿y el mar dónde?), sin carne de palabra.
Tus galaxias te oprimen, mi voz yerma,
yo aquí, aquí al lado, es mi ingle que te guarda
Luis Fuente
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