Las moscas parecen hablar de
nosotros
sobrevolando aguahielo y latas
de cerveza,
llevándose en sus ojos
instantáneas de la cena frugal
que devoré mientras vos
sacabas de tu boca
grandes monedas de cinco francos
de 1973.
Hoy que lavo las copas
manchadas de vino,
los platos profundos como
gargantas desérticas,
los cubiertos de un antiguo
duelo alimenticio,
pienso en vos,
en que dormís desnuda
como pilar oculto,
húmedo y salobre.
Y sonrío.
Me seco las manos con una toalla.
Para volver a tocarte.
Alfredo Trejos
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