Él nunca quiso ser reloj. Nunca decidió ser inmortal, nunca quiso sentirse inmortal. Quería sentir asco, quería notar la podredumbre de una infección, quería notar el humo tóxico de un cigarro en sus inexistentes pulmones, quería abrazar a la muerte.
Él nunca quiso ser reloj. Nunca quiso ser un reloj más, atado al tiempo, imperecedero en su inerte figura.
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