Ana
jueves, 17 de mayo de 2012
Bibliofilia
Compraba libros, escribía sobre libros, conversaba con hacedores de libros, llenaba estanterías con libros y soñaba con libros. Un día, se descubrió hablando con los propios libros. Primero lo hacía fingiendo hablar consigo mismo, pero poco a poco, dejó de avergonzarse. Los sentaba de cinco en cinco o de seis en seis y al libro más atento, al que mientras escuchaba, se le ponían los ojos como platos, lo escogía. Entonces, lo sentaba en la mesa del comedor, le daba purés –y al cabo de meses, comida masticable– y lo arropaba antes de dormir. Pasaron a compartir la cama, pero la convivencia se hacía cada vez más difícil. Las discusiones eran entonces el pan de cada día. Aquel Leviatán de Hobbes había salido la mar de intransigente. Un buen día, sumido en la desesperación, arrancó sus páginas y las quemó. Ahora cumple condena por su crimen pasional.
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ResponderEliminarBuena mierda St. Me dicen que demuestre que no soy un robot para comentar,queria clavarme algo y sangrar o cagarme en el teclado,pero a veces todo se arregla con un donentio akfaiso a tiempo.
ResponderEliminarTodo se arregla con un fasito a tiempo.
ResponderEliminar-La administración.