No obsesiones tus poemas con palabras
de amor. Aquí estoy. Vomitando e indispuesta.
La voz ahumada, la boca abierta.
Yo con todo lo que soy. Enferma,
y enfermos mis miembros y mis ramas.
Podrida en la raíz, radicalmente obscena y
guarra con tiritas sucias de mil años.
Con fuertes achaques de mí
y de lo que nunca seré.
Pendiente del accidente que acabará con todo,
esperando el desastre que llegue y que
apague las luces y cierre la puerta,
y me deje ahí quedada y fría y blanca,
quién sabe si en el mismo sofá
de mi casa,
en el que he infectado mi preciosa infancia.
En el que he quemado el amor de mis padres
y he postrado mis sueños.
Mi primera invalidez, mi primera catalepsia.
La primera vez que pensé en el portero tapando
la cara de un cadáver reventado y con botas,
que por supuesto
ya ni será mío, ni te gustará, rubio y esbelto.
Nunca cerré las ventanas de mi casa.
de amor. Aquí estoy. Vomitando e indispuesta.
La voz ahumada, la boca abierta.
Yo con todo lo que soy. Enferma,
y enfermos mis miembros y mis ramas.
Podrida en la raíz, radicalmente obscena y
guarra con tiritas sucias de mil años.
Con fuertes achaques de mí
y de lo que nunca seré.
Pendiente del accidente que acabará con todo,
esperando el desastre que llegue y que
apague las luces y cierre la puerta,
y me deje ahí quedada y fría y blanca,
quién sabe si en el mismo sofá
de mi casa,
en el que he infectado mi preciosa infancia.
En el que he quemado el amor de mis padres
y he postrado mis sueños.
Mi primera invalidez, mi primera catalepsia.
La primera vez que pensé en el portero tapando
la cara de un cadáver reventado y con botas,
que por supuesto
ya ni será mío, ni te gustará, rubio y esbelto.
Nunca cerré las ventanas de mi casa.
Inés de la Higuera
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