No pudrirse:
imposible deseo de las frutas.
No pararse:
ambición y condena de las fuentes.
Los pastos van cerrando
el camino sin nombre del collado
por el que tú volvías.
Conozco bien las piedras
desde donde tus ojos oteaban
los tesoros del valle.
Subo la cuesta
y nadie va delante.
Bajo y tu sombra
no me sigue los pasos.
Mi corazón se ha vuelto
charco turbio de lluvia
donde tiembla tu rostro.
Irene Sánchez Carrón
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