El Amor cambia sus disfraces.
El Amor juega a la galantería,
con antiguas palabras,
el Amor se reclina, melancólico,
entre sauces y columnas,
hace bromas, se burla de los celos,
se encrespa, teatral, en el humo de los celos,
multiplica los cálculos,
los engaños, las promesas,
los juramentos gloriosos,
se desmaya ¡ay! se desmaya
y compone admirables escenas,
mientras espía, bajo los párpados entreabiertos,
sutiles;
también escribe cartas sin fin y sin sentido,
con una larga pluma;
rompe papeles,
rompe muchos retratos;
besa retratos,
besa la punta de los dedos;
besa la sombra,
se acoda en las esquinas, con traje de compadrito;
se alza en los balcones de las fiestas sonoras,
con un traje de tul.
Cambia disfraces.
Cambia incontables disfraces.
Y en los solitarios momentos supremos,
el Amor es un gran tigre herido,
que va entre los juncos de la noche,
sangrando.
Manuel Míjuca
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