por todas las veredas que conducen a ninguna parte:
hombres y mujeres avanzan
como silentes autómatas en el frío de la noche.
El cielo se abre paso a duras penas,
la maleza cubre el rostro de los olvidados.
Cae la noche terrible, los días de invierno, caen las palabras,
cae el libro abierto por su derrota
y la ciudad dormida que se desploma bajo el asfalto.
Por todos los caminos oscuros, sin perfiles:
viene la constante humedad de la lluvia,
viene el hombre con su infinita soledad de ciudadano,
vienen todas las veredas de la patria,
todo el frío de las cunetas.
Siguen caminando y dejan en el barro,
los restos del engaño,
las banderas sin nombre, la esclavitud del hábito.
José Cercas Dominguez
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