Dice un Libro Sagrado
-¿de esos que se deben interpretar?
que Satán llegará
revestido de un solo ojo
de la nueva verdad adalid
y todos lo contemplarán extasiados
yaciendo en cada hogar.
Un ojo, dijo también Tolkien,
-más bien Peter Jackson, chaval
un ojo que te dirige su pupila
la niña
esa pequeña persona reflejada
que miras,
lo que no puede ver el animal.
Lo que yo veo en el ojo ajeno
es mi silueta redonda
ocupando la pupila:
un torso curvo y torvo
delicado que me mira
como una niña
que juega
a deformar su rostro y reirse
del reflejo que devuelve
la curvatura del Universo que se pliega sobre ella.
Cuando el hombre se vea a si mismo
como la niña
deforme y curvado
-como es-
tal cual,
el miedo
empujará hacia el Anticristo
dando pie a la época
de escasas sectas que se arrastran
monoteístas
iconoclastas
diezmadas
serán ya las únicas
con capacidad de contemplar
en la anti-materia
al hombre como un ser que se estira
homo extendens
como un gran falo minarete
a acariciar la verdad vedada
intuir en la sombra una luz
y no mirar así a sí
-y a los demás-
a la cara.
Y yo me arranco la metáfora
-tacatá
y el bicho que me mira
desde el extremo
la esquina diametralmente opuesta al sofá
me regala un reflejo
deformado por la curvatura
que atraviesa y se pliega
y nos conecta
a todos con un solo ojo
huyendo de la verdad unidireccional
de la linea recta que se estira hacia arriba
y me aterra
ver al fondo
también mi rostro.
Loro
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