el Pensador se acuerda que es carne de la huesa,
carne fatal, delante del destino desnuda,
carne que odia la muerte, y tembló de belleza.
Y tembló de amor, toda su primavera ardiente,
y ahora, al otoño, anégase de verdad y tristeza.
El "de morir tenemos" pasa sobre su frente,
en todo agudo bronce, cuando la noche empieza.
Y en la angustia, sus músculos se hienden, sufridores.
Cada surco en la carne se llena de terrores.
Se hiende, como la hoja de otoño, al Señor fuerte,
que le llama en los bronces. Y no hay árbol torcido
de sol en la llanura, ni león de flanco herido,
crispado como este hombre que medita en la muerte.
Gabriela Mistral
Gabriela, y si pensaba en la cena, no estaría igual de preocupado.
ResponderEliminarEl pensador, pensaba y punto.
Lo tuyo ya no cuela.
Gabriela.