Las fotos amarillean con el tiempo
y puede que ella acabe
como esas mismas fotos de los muros
de las que tú me hablabas
y en las que yo solo veo rostros ausentes,
rostros que volverán a morir cuando tú mueras.
Todos morimos dos veces, abuelo:
cuando dejamos de latir y cuando nos deshacemos en el olvido.
Y tú lo sabes, sabes que los dos lo lamentamos más que nada:
tu mayor pérdida y mi única hasta la fecha.
Me desprecio por verte tan poco.
Soy un cobarde
y así lo llevo rajado en la frente,
pero hay un porqué que palpita:
me gangrena el simple hecho de mirarte a los ojos,
porque veo en ellos reflejarse el deseo de la muerte.
Morir por volver a verla.
Lo dudo,
pero espero que tu dios os vuelva a unir algún día.
Entretanto, abandonas las horas mirando tus punteras
con la frente hundida en el cuello del bastón,
tan silencioso que a veces os confundo.
Y nos liga la sangre que fluye en nuestros cuerpos, abuelo;
tu sangre de herrero,
tu sangre templada a latidos de fragua,
tu sangre curtida en los surcos de mies;
pero, abuelo, a mí
no me forjaste para poder verte sufrir tanto.
Luis
Cuanto lo sentimos tambien nosotros, de veras,
ResponderEliminarnosotros y Dios, cual yugo implacable coloca
todo animal en su alberca.
Creyéronse por un momento los pastores
épicos mercenarios de la lengua,
semiheroes de la literatura, que hacen sombra a los homeros y don latinos.
Y si no fuera así, el viejo, se lo procuraría
pues esta infamia sobrepasa la inmundicia
perdería más el culo que la vida
por retirarse el apellido que te diera
y no sería más pérdida la vida
que dar a luz estirpe tan villana.
Desprecio si, no solo tu lo sientes
cobarde es un elogio y vergüenza es un regalo
que no hay mayor insulto que tal progenie
que encima osa pacer por el ejido proletario
con la cabeza alta cual Virgilio
entonando vómitos errante
como si portasen luz divina sus infamias.
Pues maldición para usted! piedras y más piedras! en su riñón las tiene.
firma:
La Mamma