Me paro con el pie izquierdo sobre algún adoquín en concreto.
Abolo el tiempo de las lenguas crepitando.
Me giro en busca de mi espalda de todo aquello que una vez fue roto.
Y me llega un rumor como de estribillos decadentes
y una mañana tan niebla que podría ser una tarde
de repente comprendo todas las cartas de todos los restaurantes:
la verdad se mece.
Que el aire es lo mismo que la distancia
que no voy a llegar
que a lo mejor debería dar media huir.
Una mañana tan niebla que podría ser una tarde
un frenazo me trae el recuerdo de un orgasmo;
una mañana tan niebla...
Y me llega un rubor como de estribillos plateados.
Se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas.
Se rompió la cadena que ataba el color a las cosas.
La parte mala es que hay que volver a empezar a oler
cada pis de ayer en cada esquina;
cada miel escondida al fondo de un panal.
La parte buena es que tengo dos ojos azules capaces de desvirgar las cuatro dimensiones.
La parte mala es que me estoy nieblando poco a poco.
La parte nueva es el sexo aire de la noche y las estrellas.
Y el rumiar de una cadencia golpeando como un último estribillo.
Inés de la Higuera
Yo intentaría una cierta formalización, algún control, alguna frontera formal.
ResponderEliminar¿Qué quiere decir con eso, oh, Yo?
ResponderEliminarquiero decir que lo convertiría en versos
ResponderEliminarImágines, imágines, imágines....
ResponderEliminarLas fronteras sólo sirven para aburrirse.
ResponderEliminarCuanto más leo este poema, más me gusta.
ResponderEliminarUn poema fantástico.
ResponderEliminarNená de la Torriente