Buceo por el alma de las minas,
enterrado hasta la laringe
con los cartílagos mugrientos
por la hulla de los años,
trago la tierra con el grito
de cien mujeres lapidadas
y digiero sus piedras como hojas de cuchillo.
Mi lengua lame sangre en un desierto
y tiñe de bermejo el horizonte,
el orificio, la herida, el labio
circunflejo
es parte de la piel que se retira.
Si un mar entrase ahora por mi cuerpo,
si una corriente
navegara celeste por mis venas,
podría vomitar sobre esta vida
la creación del dios de mis adentros.
Transformar a los peces en arena
y degustar la sal de océanos antiguos.
Mi lengua es el hogar de los desiertos.
Recuerdo que cerré los ojos
y sentí el aire tibio y el cráneo en carne viva.
La sangre fluye como el olor metálico,
y la voz del canario me revienta los tímpanos.
Tengo un millar de vidas en mi vientre.
Tengo las manos bautizadas en petróleo,
en la bendita mugre oscura
que me bebo
como la leche negra de Celán,
al alba,
al alba,
ardiendo en mi lengua
bajo el sol musulmán de los desiertos.
Diego Medina Poveda
muy bueno
ResponderEliminar