Tenía el alma y los ojos
rotos.
Ella era el Yo.
Era el Yo poético,
era el Yo suplicante,
era el Yo perdido
y recuperado.
Ella era el Yo ficticio,
era el Yo supremo.
Ella era el Yo
que no era Yo,
que ni siquiera era ella.
Ella era el Yo
mutado en él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario