miércoles, 25 de abril de 2012

Soliloquio del africano

Al principio estuve solo.
Me desperté
      con la cabeza dolorida
tenía como un regusto a plátano en la boca.

Hablaba poco. Luego hablé más.
Por aquel entonces yo no sabía qué era un militar.

Comía trigo y hacía mucho el amor
      creo que lo pasaba bastante bien
aunque mis recuerdos de esa época
      no son demasiado exactos.
Luego hablé más.

Algunos se fueron.
Yo me quedé.
Había mujeres
      había comida
sobre todo con aquello del fuego
eso fue una buena idea.

Luego viajé al norte. Otros se quedaron.
Allí construí algunas pirámides
      conocí a algunos dioses
y luego seguí mi viaje.

Encontré unos hombres
que me hablaron de su religión;
sonaba convincente.
Aprendí lo que era un soldado
      aprendí lo que era el dinero.
Entonces empecé a hacer menos el amor.
Hablaba mucho. Creé alguna mezquita
      (me parece que fundé un Imperio).
También hice algo de arte
      y me alejé para verlo.
Algunas de las cosas habían quedado bonitas.
Hacía menos el amor
      pero no importaba
             aún tenía sol
en general todo iba bien.

Pero luego volvieron mis viejos amigos
      yo los saludé: los había echado de menos
estaban pálidos, como enfermos,
      llevaban ropas feas y dijeron:
estás negro, estás enfermo. Tus ropas son feas.
      Hablamos una lengua sofisticada
                                         dijeron 
     bárbaro
                                         dijeron 
(a mí, que había fundado un Imperio)
pero no los entendí.

Mientras ellos descubrían
      modernizaban
yo huía
      no lo tomarán todo
                          pensaba 
     quedará un pedacito de tierra al sol para mí
                          creía. 

Entonces fui al desierto
      se estaba tranquilo
      pero en esa arena no hay planta que agarre.
Fui a Rwanda
       —la tierra ya había sido debidamente delimitada—
      allí me dispararon.
Fui a Argelia
      y yo disparé a unos tipos
      en unas montañas.
Fui al Congo
      aprendí a cazar.
Fui a Marruecos
      aprendí la lengua sofisticada
      aprendí el comercio
      aprendí a decir
           esto es mío. 
Fui a Egipto
      mis pirámides seguían en pie
      ¡qué sólidas construcciones!
      estaba tan orgulloso
      que vendí algunas postales.
Luego fui a Somalia
      …
      …
      …
      pero de eso prefiero no hablar.

Ahora soy militar
      vendo gasolina
      vendo diamantes
mis viejos amigos me han dicho
      haz el amor cuanto quieras
      come cuanto quieras

                                         porque Dios ha muerto 
pero no importa. No tengo tiempo.
      Porque trabajo en una fábrica de zapatillas
      trabajo en una planta de Coca-Cola
      ¿quién calza estos trapos? ¿quién bebe este veneno?
      (¿para quién estoy trabajando?)
a veces hago de pescador en Somalia. Es muy duro.

Ahora ya no busco nada.
Tengo cáncer.
Hago algunas guerras
vendo algunas armas
un poco de droga
      (puede aliviar pero no curar).
Calzo zapatillas Nike
bebo Coca-cola
      (todo eso es barato)
hago réplicas en plástico de las pirámides
organizo algún que otro mundial
tengo mal color.

A veces viajo al extranjero
he ido a Europa
he ido a América
      allí encontré a algunos de mis hermanos
aprendo ingeniería
      política
      economía
he recibido algún curso
      de descolonización.
Todo eso es curioso.

Pero algunas noches de invierno
en mi habitación del campus
mientras leo Las mil y una noches
      (en la traducción al inglés
      de Sir Richard Burton)
o estudio Los condenados de la tierra
siento melancolía
      (sobre todo me pasa
      entre golpe de estado
      y golpe de estado)
y pienso
que quizá habría sido mejor
quedarme en el desierto
aunque luego me telefonean desde Mali
      están haciendo la guerra a los Tuaregs
      no les dejan comerciar con la sal
o desde Timimoun
      allí una Coca-cola
      cuesta siete céntimos de euro
y entonces me pregunto
      doctor
me pregunto por qué me pide que le cuente todo esto
me pregunto
      doctor
                —si he de ser sincero— 
por qué no me matan de una vez
y me dejan descansar tranquilo.

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