cuando el verano muere silencioso
y es Septiembre una ráfaga de ayer,
una ráfaga de aliento lejano y misterioso.
Aquel olor como una cruda máscara
que no recuerdo y llevo aquí tan mía,
será que el mar se acuesta siempre solo
y empieza a hacer frío ya sobre esa playa,
será que es tiempo de volar sin alas
sobre las aceras gastadas de Madrid.
Recuerdo un pelo de azabache roto,
las columnas de piedra en el paseo,
una voz diciendo besa esa flor
antes de que se marchite, y otra
olvídalo todo, eres un hombre,
aprende a hacerte el nudo en la corbata.
Bajando por Gran Vía lo recuerdo
como una tempestad de sol presente
que al fin se afirma en este paladar,
basta ya de sueños y de auroras,
basta ya de números y cifras,
basta ya de losas, de contratos, de relojes.
Subiendo te repito y me afirmo,
me gusta observar los edificios,
soy pequeño entre esta inmensidad
y es por eso que siento vivo el amor
de tus pestañas, cuando lloras mía
por todo lo que no puedes contarme.
Te confieso que las tardes mueren
porque se te deshoja la sonrisa
cada vez que no te nombro, habitamos
en el vaivén sentimental del río,
cúlpame de perro fiel sin besos
que sólo sabe escribir absurdos poemas
como este, como ese, como aquel, siempre.
José Antonio Pamies
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