viernes, 27 de abril de 2012

Cárcel

Atado en un ovillo de horas muertas,
sufriendo las miserias del hastío,
me consumen el tiempo y este frío
que abrasa mis entrańas entreabiertas.

Triste visión de mil posibles puertas
que esconden tras de sí un sino baldío
de rutina, espera, silente estío,
en mis manos aún jóvenes e inciertas.

No preguntes a la urbe, que se apaga,
ni interpeles al cielo ceniciento,
por el nimbo de abulia que me embriaga;

pues solo seré libre en el momento
en que, tenues, como una sombra vaga,
se agiten mis cenizas en el viento.

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