martes, 14 de octubre de 2014

Mors


Quando a le nostre case la diva severa discende,
da lungi il rombo de la volante s'ode,

e l'ombra de l'ala che gelida gelida avanza
diffonde intorno lugubre silenzïo.

Sotto la venïente ripiegano gli uomini il capo,
ma i sen feminei rompono in aneliti.

Tale de gli alti boschi, se luglio il turbine addensa,
non corre un fremito per le virenti cime:

immobili quasi per brivido gli alberi stanno,
e solo il rivo roco s'ode gemere.

Entra ella, e passa, e tocca; e senza pur volgersi atterra
gli arbusti lieti di lor rame giovani;

miete le bionde spiche, strappa anche i grappoli verdi,
coglie le spose pie, le verginette vaghe

ed i fanciulli: rosei tra l'ala nera ei le braccia
al sole a i giuochi tendono e sorridono.

Ahi tristi case dove tu innanzi a' vólti de' padri,
pallida muta diva, spegni le vite nuove!

Ivi non piú le stanza sonanti di risi e di festa
o di bisbigli, come nidi d'augelli a maggio:

ivi non piú il rumore de gli anni lieti crescenti,
non de gli amor le cure, non d'Imeneo le danze:

invecchian ivi ne l'ombra i superstiti, al rombo
del tuo ritorno teso l'orecchio, o dea.

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Cuando a nuestros hogares la diosa severa desciende,
se oye de lejos el rumor de sus alas.

La sombra que proyecta cuando gélida, avanza,
difunde en torno lúgubres silencios.

Su cabeza los hombres inclinan cuando ella ha llegado;
los femeninos pechos tiemblan de anhelo.

Así en los altos bosques, cuando julio condensa huracanes,
ni un soplo corre por las verdosas cumbres;

como inmóviles, yertos, deja el escalofrío a los bosques;
sólo se escucha al río que gime ronco.

Entra ella, y pasa, y toca; sin volverse siquiera, derriba
los arbolitos, de su frescor gozosos;

siega la rubia espiga, y arranca también los agraces;
llévase esposas, llévase las doncellas

galanas y los niños; éstos tienden sus brazos de rosa
hacia el sol, bajo el ala negra, y sonríen.

¡Triste el hogar en donde, frente a rostros de padres dolientes,
pálida diosa, vidas nuevas apagas!

Dentro de sus paredes, risas y voces festivas no se oyen,
ni bisbiseos, como en nidos de mayo.

No se oyen los rumores de los años que crecen alegres,
ni de amor cuitas, ni las danzas de boda.

Allí los que perviven, en la sombra envejecen, atentos
siempre a tus pasos; siempre, ¡oh diosa!, esperándote.


Giosuè Carducci

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