porque lo único que Alejandro tiene magna
es la angustia.
Los soldados ya no quieren nada con él,
pues su pene más que un pene es una pena.
Se consuela bebiendo ambrosía caducada
en vasos adornados con diafragmas
de antiguos amantes.
A lo lejos lo reclama su armadura,
ungida de jubilación, para el paseo reglamentario.
Travesía durante la cual, la prole de Alejandro
lapidará a la mujer de Alejandro.
He aquí el pasado glorioso del que somos herederos.
Su hija habla de metafísica hegeliana
con la misma elegancia con la que quema mendigos,
mientras el primogénito hunde sus manitas
en las cuencas de los ojos de perros muertos.
Los acaricia, les arranca las patas y palpa
su recto en busca de la dignidad perdida del padre.
El último eslabón de la estirpe,
Se muerde el labio de rancio abolengo
Y entorna los ojos, extasiado
ante la visión de sus coetáneos:
tristes, masturbándose con piedras
frente a la presentadora de informativos.
Hermanos, ahorcando su génesis en el cordón umbilical,
Sangrando, poco a poco, abecedarios viejos.
Y ahora ¿a dónde vamos, los hijos de Alejandro?
Mayte Martínez
Aunque parezca imposible, una nueva Utopía está naciendo en la Humanidad.
ResponderEliminar¡Los hijos de Alejandro reencontrarán una patria apropiada!
Cómo no nos metamos en el fuerte de playmobil me parece a mí que ya no hay sitio para reencontrar más nada
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