farolas entre blanco
moribundo y ámbar suave.
En mayo queda azul hasta muy tarde o hasta el nunca
y sé que en algún sitio
me estás viendo, seguro, sin mirarme.
Si es posible
querría que esta noche
se volviese extranjera la ciudad
de cada día,
con las calles
tomadas de un sin luz extraño
en las cancelas y en los vidrios;
con músicas que nunca habían pinchado
en algún bar de siempre
que ahora es nuevo;
con acentos
de aquí que es otra parte
rato a rato.
Y después,
cuando han cerrado todo,
daría carne y huesos porque tú,
con nombre o desvestida,
me hicieses cometer cualquier locura;
por ejemplo,
ir profanando
cadáveres y almas juntamente;
comernos las esquinas a mordiscos,
dar palizas
brutales a pedantes
escritores (también a algún neonazi descuidado);
hacernos proxenetas
de libros y editores
de sexo en galeradas y acabar
enganchados del todo
y como perros
en el solar de algún polígono
donde pronto
-antes del hálito del gallo-
con vino de Falerno y dos pezones
andróginos pintados a lo Giotto
añil invocaremos
la sombra descarriada de Paolo
Pasolini,
que hará con nuestras lenguas y mucosas
lo que guste.
Igual que tú podrás
hacerlo con las mías
y siempre
bajar un poco más;
los ojos fijos
igual que el tiempo
que no quiere ser muerte y se detiene.
Hoy hubo luna llena.
la gente le hizo fotos y esas cosas.
Vivirla es más difícil
si al final
es solamente a ti a quien da sombra.
Andrés Piquer
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