Sacúdete el barro del ojo y conjuga un verbo violento. Abre
cada puerta como quien rasga una brecha en el espacio-tiempo, dejando marcas de
uña. Cada latido tuyo sea triunfo sacro. Vayan tus pasos retando al objeto
estático. Ofenda tu imagen la parquedad concisa del hombre buenamente mediocre.
Desdeña al niño por niño y al viejo por muerto. Crezca tu vanidad hasta dar una
sombra molesta. Adora paternalmente al prójimo, pilón sobre el que descansar tu
grandeza. Alimenta el delirio dorado y lucha porque logre su brillo agredir las
retinas mortales. Pero estate siempre a tu altura, esto es, reza a diario
porque de una vez por todas te crezcan las alas. Y, cuando pierdas la fe,
aprende escalada, corona tus cumbres.
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