viernes, 13 de julio de 2012

(A mis amigos escritores)

A mis amigos escritores 
(escriban o no) 
os agradezco: 
que comáis 
que no os suicidéis 
que durmáis 
que tengáis teléfono móvil 
y que no hayáis muerto de cirrosis. 
Gracias. 

No quiero ser Rimbaud.
     (Y tal vez él
                         tampoco quiso).
No quiero que jamás la fama
     me pese más que las palabras.
No quiero comerciar
     en África, con esclavos.

Quiero vivir
     como un pez cuando llueve en el mar
y encontrar, en la última página de cada cosa que escriba, la marca de un 
                                                                                                                   [mordisco.

No quiero ser Monfreid
ni siquiera Nicanor Parra
acaso querría ser Bolaño
     si no supiese quién es Bolaño.

No he dado la vuelta al mundo
     —he mirado cómo un burro se guarecía
          de la lluvia, bajo un olmo.
No me he batido en duelo
     —he conducido automóviles
          he ido al cine.
No leo bajo el chorro de la ducha
     (y si lo hiciera, lo haría simplemente
          como quien lee bajo el chorro de la ducha,
               sin ninguna otra pretensión)
     y mi presencia
          no conturba las almas cuando entro en una habitación.
     —he comido los bocadillos de calamares
          más anodinos
          que uno pueda imaginar
          mientras hablaba con gente cuyos poemas favoritos eran
               “Amor constante más allá de la muerte”
          o
               “Volverán las oscuras golondrinas”
          o incluso ése de
               “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”
          y les he escuchado
          digiriendo calamares
          sin que un solo verso se me vienese a la cabeza.

¡Oh, juglares!
Un poeta sin nombre es poesía.

El mejor lugar para escribir poemas
es, sin duda, la taza del váter
donde uno puede
en calma y soledad
cagarse en su biografía.

Antes que viajar de lengua en lengua
prefiero volar de diente en diente
y que éstos muerdan con placer la última página
de cada uno de los poemas que escriba.

Y que luego todos caigan 

          a plomo

                   en el olvido.

4 comentarios:

  1. Procuraremos no suicidarnos más de lo imprescindible :)

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  2. El mejor lugar para escribir poemas
    es, sin duda, la taza del váter
    donde uno puede
    en calma y soledad
    cagarse en su biografía.


    Felicidades

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