jueves, 9 de febrero de 2012

Elegía


(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha 
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien 
tanto quería.) 
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano. 

Alimentando lluvias, caracolas 
Y órganos mi dolor sin instrumento, 
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento. 
Tanto dolor se agrupa en mi costado, 
que por doler me duele hasta el aliento. 

Un manotazo duro, un golpe helado, 
un hachazo invisible y homicida, 
un empujón brutal te ha derribado. 

No hay extensión más grande que mi herida, 
lloro mi desventura y sus conjuntos 
y siento más tu muerte que mi vida. 

Ando sobre rastrojos de difuntos, 
y sin calor de nadie y sin consuelo 
voy de mi corazón a mis asuntos. 

Temprano levantó la muerte el vuelo, 
temprano madrugó la madrugada, 
temprano estás rodando por el suelo. 

No perdono a la muerte enamorada, 
no perdono a la vida desatenta, 
no perdono a la tierra ni a la nada. 

En mis manos levanto una tormenta 
de piedras, rayos y hachas estridentes 
sedienta de catástrofe y hambrienta. 

Quiero escarbar la tierra con los dientes, 
quiero apartar la tierra parte 
a parte a dentelladas secas y calientes. 

Quiero minar la tierra hasta encontrarte 
y besarte la noble calavera 
y desamordazarte y regresarte. 

Volverás a mi huerto y a mi higuera: 
por los altos andamios de mis flores 
pajareará tu alma colmenera 

de angelicales ceras y labores. 
Volverás al arrullo de las rejas 
de los enamorados labradores 

alegrarás la sombra de mis cejas, 
y tu sangre se irá a cada lado 
disputando tu novia y las abejas. 

Tu corazón, ya terciopelo ajado, 
llama a un campo de almendras espumosas 
mi avariciosa voz de enamorado. 

A las aladas almas de las rosas 
de almendro de nata te requiero, 
que tenemos que hablar de muchas cosas, 
compañero del alma, compañero.
a Juan Guerrero
Miguel Hernandez

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